Los españoles al final son convocados tantas veces a las urnas, elecciones autonómicas, europeas, municipales, generales, como sus dirigentes políticos y económicos acaban imputados por todo tipo de corrupción. Es el reflejo prefecto de un sistema perverso, que invita al nihilismo como respuesta más honesta. ¡Que todo salte por los aires!, gritan en los cafés donde hallan cobijo los parados crónicos y los jóvenes airados. Bustos, Díaz Ferran son sólo los últimos nombres en añadirse a este vodevil con melodía fin de siècle, cuyo final se antoja de ira y de adoquín. Un escenario en el que toma posiciones el populismo más rastrero, atento siempre desde sus oscuras madrigueras, para medrar y guardar la ropa. Es la aurora dorada de nuestros días. Un virus que puede sólo combatirse desde la razón, la letra impresa y reflexiones como la que escribió en 2002 Fernando Savater.
“La política no es siempre ni mucho menos buena, pero su minimización o desprestigio resulta invariablemente un síntoma mucho peor. Puede que hayan personas tan creativas e idiosincrásicas de espíritu que sean capaces de pasarse sin política y conservar sin embargo su libertad ciudadana: no conozco a nadie así (y no creo a ninguno de mis conocidos que se auto celebran por ser así: sólo son oportunistas o lameculos) pero no descarto totalmente su existencia. En cambio estoy seguro de que no hay comunidades libres sin un ejercicio permanente, consecuente y públicamente asumido de la política”.
Archivado en: política Tagged: corrupción, crisis, política, populismo, razón