ausencia
37 -
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia
Alejandra Pizarnik
Frente al espejo
observo mi cuerpo demacrado y pálido cómo es envuelto
por recuerdos melancólicos.
Pájaros de la noche y azules perfumados que,
en instantes gloriosos, me elevaban a través
de manos
y roces
y bocas
y gritos calmos.
En éxtasis, bajo un sometimiento permitido podría decir
fui feliz.
Ahora
la fuerza suicida motiva la belleza de mi
paranoia y entonces, la sigo.
Y sé que no pertenezco, a pesar de todo.
A nada, a nadie. Nunca.
Ni a él -vivo- ni a mí -muerta-
o a la muerte misma, en definitiva.
Solitaria enciendo luces y busco mi ropa
observando como él se pierde en el fondo
de los minutos ya acabados.
Prendo un cigarrillo y respiro.
Sí:
respiro la ausencia del blanco.
presencia
Las manos me sangraban incluso antes
del disparo.
Como previniendo la noche en el día
bajé a la ciudad siempre nublada,
a pesar del sol.
Necesitaba cigarrillos y
una dosis de
morfina para adormecerme
respirar con calma
o mostrar mi costado repugnante
sin sentir culpa:
quería chupársela con violencia-ser sucia-
hasta hacerle eyacular estrellas
a media mañana
o clavarle los dientes en el cuello
-ser cruel, despiadada-
para llevarme una muestra suya de recuerdo.
Pero no, caminaba
sin cigarrillos
sin morfina
sin sexo fuerte
ni estrellas.
Ahogándome entre la multitud desentendida y apurada
evaporándome con el acorde de una música
que sonaba en mi cabeza -Florecer mirándote a los ojos, perfección.
Florecer los dos-
Hasta que comprendí
la diferencia de conceptos
entre coger y amar.
Así, liberé al cuerpo
del dolor admitiendo
la felicidad y la luz:
la luz me envolvió.
música: en remolinos - soda stereo
*