lo que no puede ser


Yo imagino el sabor de tus aguas transparentes como el tranquilo paseo marítimo
donde una vez sembrados los barbechos de mis labios por la sal que trae polizona la brisa
transcurre mi lengua su encarnada travesía de horizontes y aprehende las partículas salinas
que hablan de ti y de tus sonrojos con precisión meridiana y también un mucho de mimo;
así mi saliva, desembocadura de tus enloquecedores meandros,
va devolviéndote arropada por la catarata a este herrumbroso desguace tras mi costillar
donde autos de época amontonados ya intercambian su robín y los silencios de los cláxones
por encabritados motores, largos senderos y sonoros besos en los autocines.

Yo imagino la piel de las paredes de ti hecha enteramente de cielo abierto y libertad,
un resquicio en la mitad del límite por el que fugarse de madrugada
de este mundo posible donde nada puede ser,
perfumado pórtico de la manzana que entreabierto arroja un hilo de luz a este pozo de mí
como una cuerda salada de oro y de lumbre que tomo con las manos magulladas
y ya despacio, por el largo muro de oscuridad donde refulgen uñas arrancadas,
voy llegándome a tu cuerpo, que no imagino sino conozco lleno de ti.

Porque yo no te imagino, muchachita del confín,
yo te invento idéntica a como tú eres, te creo sin fallos, es decir maravillosa e imperfecta,
así hago de este mundo posible donde nada puede ser
acaso sólo un mínusculo rinconcito de ti y de mí, pero eso sí, donde todo sea.


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