A train is but a running child.
Tennyson
Nací al nivel del mar y fui educado
en una escuela pública.
Nos hablaron allí de los misterios
de la tierra sin límites,
y dos
cosas recuerdo bien; los sinuosos
relatos de los ríos
―sus nombres como fórmulas sin dueño―
y los silencios frágiles
que nos sobrevolaron en el aula
tras calcular el número de Islas
a las que equivalía el recorrido
del Orient Express.
=
Tampoco había trenes en las tiendas
de juguetes
―coches, barcos, aviones y pistolas―,
pero no los echamos nunca en falta;
aunque hoy sé que hubo niños que arrastraban
sin comprender por qué cierta tristeza,
cierto dolor mecánico,
como una sensación de no ser todo
lo que un niño podría ser entonces.
=
Recordé los problemas matemáticos
―si un tren parte de y mientras otro tren―
y temí no encontrar la solución;
¿en qué momento, cómo, dónde vamos
a cruzarnos? ¿Podré reconocerte
a 200 km/h?
¿Sabré dejarte atrás del mismo modo
que ahora creo saber cómo augurar
tu presencia y tu trueno,
tu golpe tras el vidrio?
=
Los sueños también pueden convertirse en costumbre:
―volar, surcar las olas, ir en tren―
pero un día sucede ―quién sabe la razón―
que regresa el misterio;
dura sólo un momento, si es que dura,
en el que comprendemos que aquello es un milagro
hermoso y terrorífico:
un caballo de acero
un pájaro gigante
una ballena ciega o un dragón
Ya hace tanto que no nos sorprendemos
que este instante sublime nos conmueve al olvido.
(Recordé los problemas matemáticos
―si un tren parte de y mientras otro tren―).
Y seguimos viajando. Como si nada hubiera
más natural; sencilla dicha humana
que pervive en los sueños de los niños.
Ben Clark
Poema accésit de los Premios del Tren 2012