El labio de Gloria

Quizá vemos películas como pretexto para curiosear en las vidas de sus actores, auténticos personajes de sí mismos. Después de gozar In a lonely place, joya noir de Nicholas Ray, me informo sobre la protagonista. Para resumir a semejante señorita, basta decir que iguala en magnetismo y misterio a su compañero de reparto, un tal señor Bogart. La película reflexiona con sutileza sobre el daño amoroso, el cual depende tanto de lo que el otro nos haga como de lo que sentimos que sería capaz de hacernos. Sin embargo, nada más fascinante que la historia de la propia actriz, Gloria Grahame. Su carrera fue precoz y terrible. Obtuvo una nominación al Oscar con 24 años. Ganó otro poco tiempo después. Trabajó con varios de los mejores: Cecil B. DeMille, Frank Capra o el mismísimo Ray, con quien acabaría casándose en segundas nupcias. Aquel matrimonio se rompió drásticamente cuando el director sorprendió a Gloria en la cama con su hijo de 13 años de edad. Con inquietante precisión, ella tuvo tres matrimonios que duraron tres años cada uno. El cuarto y último resultó el más duradero: el afortunado fue, curiosamente, el hijastro con el que se había acostado. Insatisfecha por el aspecto de su finísimo labio superior, Gloria se sometió a una cirugía. La operación le dañó el nervio y su labio quedó inmóvil. Jamás pudo recuperar una dicción normal. Desde entonces se dedicó al teatro, como había hecho su madre. Murió bastante joven. No sé si ahora sonríe.

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