La melodía aznarista del PP suena a todo trapo a las afueras del recinto ferial, martilleando la mente del joven independentista del bloque del frente que no sabe si lo que escucha es real o fruto de la borrachera de la noche anterior. Pobre. Una furgoneta pintada de azul popular expulsa a través de un gran megáfono la musiquilla, como aquellos veranos en los que se anunciaba la llegada del circo Alemán al pueblo. Estamos esperando a que aparezca Mariano Rajoy en Girona. Llueve y hace frío. El despliegue policial impresiona, pero en la calle apenas hay gente “normal”. En una rotonda, tímidas y demasiado alejadas para salir en los medios de comunicación, cinco mujeres otoñales de la plataforma contra los deshaucios muestran humildes carteles escritos a mano pidiendo la dimisión de Rajoy. En la otra esquina, un hombre de mediana edad luce un infantil gorrito de lana y sujeta con fuerza un extraño palo de escoba..
Deja vu. La sala escogida por el PP es la misma en la que Montilla y Chacón celebraban sus actos en los días de vino y rosas. Las campañas pasan, pasan los candidatos, uno se va haciendo viejo pero los escenarios permanecen. El equipo de prensa popular coloca a un grupito de jóvenes de nuevas generaciones en la entrada, siempre tan energéticos, no como los chicos serios y responsables de la FAES. Han recibido órdenes de aplaudir a Rajoy cuando llegue. El plan sigue según lo previsto y el fotógrafo del PP ya tiene la imagen deseada para enviar a todos los medios. En la escena hay un chico negro. Viste una camiseta blanca con las banderas de España y de Cataluña. Es la nota multicultural que todos los partidos buscan. CiU sabe mucho de eso. ¿Llegará el día en que pongan un español en sus fotos?
Los polis se ponen nerviosos, señal de que el presidente esta a punto de llegar. Más inquietos se les ve a los pelotas profesionales, esos que viven de recibir y estrechar la mano del jefe de turno. Rajoy no tarda en hacer acto de presencia. Siempre que le veo me sorprende su altura. El PP catalán, a diferencia del PSC con el PSOE, no tiene complejos en echar mano de sus líderes “nacionales” para pedir el voto. Ellos no disimulan. ¿Para qué?
Rajoy demuestra ser un profesional de esto. Lo primero que hace tras bajar del coche es dirigirse con cara de sorpresa y sonrisa impostada al grupo de jóvenes vitaminados. La calle sigue vacía. Las voluntariosas mujeres de la plataforma contra los deshaucios son tan tímidas que ni osan expresar a gritos su malestar. Con la que está cayendo, que diría el tertuliano de turno, me sigue sorprendiendo la ausencia de protestas en los actos del PP y de CiU. Tampoco aparece ni uno de esos jóvenes independentistas que tanto les gusta lucir palmito en las noches gerundenses. Ya se sabe que esto es la “cataluña catalana”, que nada tiene que ver con los charnegos de Barcelona. Me alegro por los charnegos y por mi: Un charnego que como tiene apellido vasco, largo y complicado, nunca ha sido considerado como tal. Serán cosas de la discriminación positiva y esa fascinación de algunos catalanes, que se sienten cautivos del ”seny” muy a su pesar, por el tribalismo batasuno.
Siempre espero en la calle la entrada de los políticos. Hoy no es una excepción. Me da pánico que un día pase algo y yo esté en el pabellón observando a alguna chica guapa del público. Supongo que es uno de los pocos instintos de periodista que me quedan. Un instinto que me hace recordar al tipo raro del gorro de lana y el palo de escoba. Ya no está en la esquina. Avanza directo hacia la comitiva de Rajoy. Tiene cara de demente. los Los policías tardan en reaccionar y yo me pregunto qué debe hacer un periodista: ¿defender al presidente o ser un mero observador? Antes de que halle la respuesta los de seguridad le detienen. Gracias.
En el interior 500 personas reciben a Rajoy a gritos de ¡presidente!, ¡presidente!. No son mucha gente. Una cifra ridícula si se compara a lo que está movilizando Mas esta campaña. Girona, además, nunca ha sido una plaza fácil para el PP. Por lo menos ya no tienen que hacer, como en la época de Aznar, actos semi clandestino en hoteles de la periferia.
Poco público pero bullicioso. Esperan que el presidente del Gobierno les tranquilice ante el órdago separatista de Mas. Ellos y miles de catalanes que nunca han votado ni votarán al PP. Rajoy ejerce de gallego y se limita a llamar “al sentido común”. Desde el publico nadie le pide que defina qué es eso. Luego el presidente del Gobierno pone de ejemplos a Josep Pla, a Vicenç Vives y Salvador Dalí. Son los “catalanes universales” que le gustan a él. El problema lo tendrá si a los catalanes que van a votar el 25-N les gustan más los brazos de Moisés.
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