H. Abad Faciolince: El amanecer de un marido


Héctor Abad Faciolince: El amanecer de un marido.
Seix Barral (2010).

Constato un hecho extraño: estos relatos me impactaron, lo sé, lo anoté. Recuerdo sentirme maltrecha, notar que algo se removía en mi inconsciente. Leerlo dolía («por la herida te entrará la luz»—Rumi), y hablé del libro a mucha gente.

No recuerdo bien quién era yo hace dos años y releo: quiero estar segura de lo que intento decir. Veo que mi malestar se ha transformado, o marchado a otra parte, a rincones sin preguntas incómodas, o a lugares de donde no necesita regresar.

No es común en un hombre abatir de cuajo un tópico gastado: el del varón rechazado por dolores de cabeza. Los hombres dejan de desear a sus mujeres y a la inversa no es así. Las ganas de ellos desaparecen, ya está. Ellas lo captan, lo sufren, lo combaten; no lo entienden. El resultado es amargo y doloroso. ¿Qué pasa con el sobrante de deseo, con el abandono físico, con la pasión muerta, con los cuerpos? «Cualquier mujer acaba siendo equivalente para cualquier hombre». Los estragos del no deseo matan a las mujeres, a todas, a cualquiera.

Es devastador, dije a Héctor Abad, esperando que atenuara la gravedad del asunto. Su dedicatoria fue inamovible y contundente: «Para Leonor, aunque sea devastador».

Pregunto a mi marido qué piensa de todo esto. Yo no doy tantas vueltas a las cosas, responde. Él. Que se acuesta conmigo sin saber con quién va a amanecer. Y seguramente no teme.

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