DRAMATIS PERSONAE:
Jesús Alcalde, pollopera, gorra, botas y gabán.
El padre Antero, cura al licor, ojos gordos.
Una hembra buena y limpia.
Acto I
Hace un frío agradable en la iglesia. A medida que voy dejando atrás los bancos pongo la vista en todos esos santos que cuelgan de las paredes, parecen tristes y absortos en la invisibilidad de los techos. La puertecita del confesionario grazna un ruido feo al abrirla y al cerrarse. Es hermosa esa privacidad que da su penumbra. El padre Antero descorre la cortina bruscamente y mira al suelo tras el mimbre.
-Ave María purísima.
-Sin pecado concebida.
Nos quedamos un rato en silencio. Escucho el ruido de los pasos que poco a poco van llenando el interior del edificio. Ruidos de tacones, botas, zapatos, deportivas, zapatillas, voces, bolsos. El padre Antero rompe la pausa.
-¿Y bien, hijo? Empieza ya con los pecados que me cierran el bar...
-Sí, sí, perdón, confieso que he pecado, padre.
-Venga, por ahí sí. ¿Cuál es tu pecado, hijo?
-Que los he escrito a todos, padre. Que ustedes no son. Que me los he inventado.- El padre Antero da un saltito detrás de la barrera.
-Cómo que te nos has inventado... ¿Inventar de inventar? O sea... No jodas.
-Sí, sí, que los he escrito yo, padre. Eso digo. Que me los he inventado.
-Coño. Me cago en Cristo. ¿A todos todos? ¿A los del pueblo, dices?¿También a Marcial Piñero?
-Sí, sí, que los he escrito yo, padre. Eso digo. Que me los he inventado.
-Coño. Me cago en Cristo. ¿A todos todos? ¿A los del pueblo, dices?¿También a Marcial Piñero?
-También a Marcial Piñero.
-¿Y a Andrés de la botica?
-También a Andrés.
-Hostias, ¿también a Clara Linares?
-Sí, sí... También a Clara Linares.
-La puta que te parió. También a Clara Linares...- El padre Antero se ha puesto pálido.
-Y a mí, claro está.
-Lo siento, padre.
-No, no... Deja, deja, no te apures. -Lo veo moverse inquieto tras el mimbre.- Pero vamos a ver, ¿por qué has hecho eso, alma de Dios? ¿tú sabes lo que has hecho?
-Pues no sé, padre, creo que es por la soledad, ya sabe. Un día, sin que uno casi ni advierta, ya ha enraizado tanto que va dando en el nervio ¿sabe? aquí atrás- me toco atrás del pescuezo- y aquí adelante - me toco el pecho- y aquí arriba- me toco el seso. -Es un dolorcillo agudo que primero va molestando y luego duele a morir y luego le deja a uno sin daños, ¿sabe?. No sé, es un poco complicado de explicar, pero el caso es que un día me puse delante de la pantalla y así, de a poco, los fui haciendo.
-Nos fue haciendo, dice el hijo puta... - Oigo balbuceos, un carraspeo y algo así como el ruido de una botella al abrirse.
-¿Diga, padre?
-Nada, nada... Sigue. - glugluglú- Te escucho.
No puedo seguir. De repente siento ese nudo conocido.
-Me cago en mi padre, ¿estás llorando?
-No, no.
-No los cojones. Estás llorando como un querubín. Pero vamos a ver... -glugluglú- Saca la cabeza afuera. Sí, sí, afuera. Mira al graderío. ¿Ves a la mujer del fondo, la del pañuelo? -glugluglú- ¿La que tiene los ojos canela, el pescuezo fino, largo y blanquecino coronado por un pañuelito de seda morado, la blusa semiabierta, los labios carnosos, el cabello a lo garçon, la nariz delicada y el semblante iluminado como si un milagro?
-Snif, sí. Sí la veo.
-¿A esa también?
-¿A esa también qué?
-Coño puta, ¿cómo que qué? me cago en San Botón, pues que si a esa también la has escrito tú, alma de cántaro... -glugluglú.
-S-sí, creo que sí. -rompo a llorar ya muy de niña.- Lo siento mucho, padre. De verdad, yo quisiese tanto que ustedes fueran... -Me caen dos velas como dos soles de los agujeros.- Es este desamparo padre, este abandono de las cosas... Lo siento tanto... ¿Cuál es mi castigo?
-¿Castigo? Tócate los huevos. Será posible la tontería, castigo dice... Qué castigo ni qué ocho cuartos. Tira para casa a escribir, bendito. Y no pares. -glugluglú- Que lo tuyo no es pecado, hijo puta, lo tuyo son puras ganas de ser. Y cuando salgas dile algo a la del pañuelito, que no deja de mirar hacia el confesionario... me da que esa zagala se te ha enamorao. -glugluglú.