caravaggio |
Alguna vez voy a estallarme el cuerpo de
tantos golpes prodigados a tu nariz para
quitarle la fragancia del perfume de mi vestido
que te llevaste una tarde, mientras reíamos bajo
un cielo naranja y unos pájaros
perdían sus alas en pleno vuelo.
La sangre que escupas voy a untarla
en un pañuelo blanco de encaje que,
sabré remojar en ocasiones para paliar la fiebre
que a veces me invade.
Fiebre maldita ante la ausencia de tu falta de respeto
o en el peor de los casos, el silencio constante de tus manos.
María Magdalena debías de llamarme y sin embargo,
María a secas pronunciabas en noches hemorrágicas, las cuales vendabas.
Santo y puta evidentemente
es una mezcla que nunca funciona.
*