"The toilet is upstairs. Just follow your nose" (The Young Ones)
Suena el despertador. Son las cuatro de la mañana. Jandro se arroja desde lo alto de la cama como un peso muerto, pero cae de pie dentro de sus zapatillas. Lo de este chico es heroico. Abro los ojos por curiosidad. Jandro se pone el uniforme de trabajo a cámara lenta, malherido de sueño. Las gafas. Un gorro. Una bufanda. Me mira y suelta un confuso graznido:
—¡Grrajhhfft!
Y se marcha. Todavía es de noche. En seguida me vuelvo a dormir.
Sueño con un chico inglés, rubio y hermoso. Algo así como el hombre de mi vida en versión original. Conduce un Aston Martin y yo voy de copiloto. Me resulta extraño que el volante esté al otro lado y todo eso de circular por la izquierda. Aunque viajamos a toda velocidad, yo intento besarlo y él me dice:
—¿Dónde te llevo?
—No lo sé —respondo—. Donde tú quieras.
No me mira a la cara.
—Dime. Dónde quieres ir.
—No lo sé. Te he dicho que no lo sé —insisto.
Entonces, abre la puerta y me empuja fuera del coche a 200 km/h.
Cuando me despierto, Jandro acaba de volver de trabajar.
—¿Ya son las ocho? —le pregunto estirando los brazos.
—Chzzieerpffg.
Jandro se arranca el uniforme como un striper de bajo presupuesto y se derrumba en el lado izquierdo de la cama. Yo ya no voy a poder dormir más. Es una de las típicas casas inglesas sin persianas y ya entra toda la luz de la mañana. Anoche nos acostamos temprano. Jandro estuvo hablando con su novia por Skype que es enfermera y vive en España. Cenamos. Vimos un capítulo de Padre de familia y a dormir.
Tengo que hacer tiempo hasta que Jandro se vuelva a despertar, así que enciendo el ordenador tratando de no hacer ruido. Leo algunas noticias. Investigo si la situación en España es horrible o fatal. Después, me pongo un par de capítulos de Weeds. Cuando me canso de estar sentado, me voy a dar una ducha. Todo el piso está enmoquetado y cruje el suelo. La calefacción funciona, pero la cortina del baño está destrozada, como si hubieran saltado 100 gatos sobre ella. Solo queda un trozo de plástico desgarrado.
Duchado, vestido, me dirijo al piso de abajo a prepararme un té. Es el segundo día que estoy aquí. La barandilla de madera carcomida se mueve al agarrarte. Me doy cuenta de que la serie The Young Ones no era exagerada. Hay casas como aquella en Reino Unido. Podría saltar y atravesar el suelo hasta el piso de abajo. O romper la pared con la cabeza y saludar al compañero de la habitación de al lado. Si Jandro me empujara escaleras abajo, fácilmente destrozaría todos los barrotes de la barandilla con el cráneo. No quedaría ni uno y yo me levantaría como si nada.
Enciendo la kettle en la soledad de la aurora. Todo el mundo está trabajando o en la universidad. En esta casa deben vivir unas ocho personas que no he visto. Anoche, haciendo la cena, conocí a dos de ellos. Un tipo de unos 40 años que trataba de arreglar la rueda de su bicicleta en la cocina mientras nosotros freíamos unas pechugas de pollo. Con una mano trataba de hacer girar la cadena, mientras en la otra sostenía una lata de Foster's y eructaba. Tenía la bicicleta encima del mármol, debajo de un armario en el que hay escrito con rotulador: "Common plates". Eructaba y se reía de sus propios eructos. Yo estaba asustado, tenía miedo de que me pidiera que le estirase del dedo.
Después vino a ayudarle un chaval de unos 20 años, rubio y con cara de "el mundo me da igual". Llevaba un chaleco de pescador como el de Regreso al futuro encima de una camiseta de manga corta azul. Entre los dos intentaron arreglar la bicicleta, pero creo que no lo consiguieron.
Despierto a Jandro a las diez de la mañana, después de fregar los platos sucios de la cena que dejamos sobre la mesilla de noche. Vuelve a balbucear pero esta vez ya se le empieza a entender. Tenemos que ir a Poole, el pueblo de al lado, y volver pronto porque tiene que trabajar otra vez por la tarde aquí en Bournemouth.
—Lo que haces es muy duro.
—Sí, el horario es una mierda. Pero, bueno, me llega para pagar el alquiler.
—¿Y por lo demás?
—Depende del día. Mi jefa es portuguesa. A veces, me grita y yo le digo que no me grite. Es habitual. Pero los compañeros son majos. Aunque casi siempre estoy solo.
—Podría ser peor, supongo.
—Yo soy realista. Es lo que hay. Si no me gustara, me iría. Hay españoles aquí que han venido porque se pensaban que se iban a hacer ricos y están fregando platos. Otros que trajeron a toda la familia, hijos incluídos. O peor, los que están aquí para poder pagar la hipoteca del piso que compraron en España.
Poole es un pueblo pesquero, bastante bonito. Se nota que Jandro lo ha tenido que enseñar muchas veces. Comemos en un pub. Me dice que, probablemente, antes de Navidad vuelva a Barcelona y termine su aventura. Por lo menos, esta etapa. Es un gran tipo. Como muchos otros que están por aquí y quizás merezcan mejor suerte.
ENGLAND:
Oh, Ryanair, I hate you
Candem Town
Flirt
The Triangle
Gay Bingo
Exeter
Stratford
Capítulo final
BBC |
—¡Grrajhhfft!
Y se marcha. Todavía es de noche. En seguida me vuelvo a dormir.
Sueño con un chico inglés, rubio y hermoso. Algo así como el hombre de mi vida en versión original. Conduce un Aston Martin y yo voy de copiloto. Me resulta extraño que el volante esté al otro lado y todo eso de circular por la izquierda. Aunque viajamos a toda velocidad, yo intento besarlo y él me dice:
—¿Dónde te llevo?
—No lo sé —respondo—. Donde tú quieras.
No me mira a la cara.
—Dime. Dónde quieres ir.
—No lo sé. Te he dicho que no lo sé —insisto.
Entonces, abre la puerta y me empuja fuera del coche a 200 km/h.
Cuando me despierto, Jandro acaba de volver de trabajar.
—¿Ya son las ocho? —le pregunto estirando los brazos.
—Chzzieerpffg.
Jandro se arranca el uniforme como un striper de bajo presupuesto y se derrumba en el lado izquierdo de la cama. Yo ya no voy a poder dormir más. Es una de las típicas casas inglesas sin persianas y ya entra toda la luz de la mañana. Anoche nos acostamos temprano. Jandro estuvo hablando con su novia por Skype que es enfermera y vive en España. Cenamos. Vimos un capítulo de Padre de familia y a dormir.
Tengo que hacer tiempo hasta que Jandro se vuelva a despertar, así que enciendo el ordenador tratando de no hacer ruido. Leo algunas noticias. Investigo si la situación en España es horrible o fatal. Después, me pongo un par de capítulos de Weeds. Cuando me canso de estar sentado, me voy a dar una ducha. Todo el piso está enmoquetado y cruje el suelo. La calefacción funciona, pero la cortina del baño está destrozada, como si hubieran saltado 100 gatos sobre ella. Solo queda un trozo de plástico desgarrado.
Duchado, vestido, me dirijo al piso de abajo a prepararme un té. Es el segundo día que estoy aquí. La barandilla de madera carcomida se mueve al agarrarte. Me doy cuenta de que la serie The Young Ones no era exagerada. Hay casas como aquella en Reino Unido. Podría saltar y atravesar el suelo hasta el piso de abajo. O romper la pared con la cabeza y saludar al compañero de la habitación de al lado. Si Jandro me empujara escaleras abajo, fácilmente destrozaría todos los barrotes de la barandilla con el cráneo. No quedaría ni uno y yo me levantaría como si nada.
Enciendo la kettle en la soledad de la aurora. Todo el mundo está trabajando o en la universidad. En esta casa deben vivir unas ocho personas que no he visto. Anoche, haciendo la cena, conocí a dos de ellos. Un tipo de unos 40 años que trataba de arreglar la rueda de su bicicleta en la cocina mientras nosotros freíamos unas pechugas de pollo. Con una mano trataba de hacer girar la cadena, mientras en la otra sostenía una lata de Foster's y eructaba. Tenía la bicicleta encima del mármol, debajo de un armario en el que hay escrito con rotulador: "Common plates". Eructaba y se reía de sus propios eructos. Yo estaba asustado, tenía miedo de que me pidiera que le estirase del dedo.
Después vino a ayudarle un chaval de unos 20 años, rubio y con cara de "el mundo me da igual". Llevaba un chaleco de pescador como el de Regreso al futuro encima de una camiseta de manga corta azul. Entre los dos intentaron arreglar la bicicleta, pero creo que no lo consiguieron.
Despierto a Jandro a las diez de la mañana, después de fregar los platos sucios de la cena que dejamos sobre la mesilla de noche. Vuelve a balbucear pero esta vez ya se le empieza a entender. Tenemos que ir a Poole, el pueblo de al lado, y volver pronto porque tiene que trabajar otra vez por la tarde aquí en Bournemouth.
—Lo que haces es muy duro.
—Sí, el horario es una mierda. Pero, bueno, me llega para pagar el alquiler.
—¿Y por lo demás?
—Depende del día. Mi jefa es portuguesa. A veces, me grita y yo le digo que no me grite. Es habitual. Pero los compañeros son majos. Aunque casi siempre estoy solo.
—Podría ser peor, supongo.
—Yo soy realista. Es lo que hay. Si no me gustara, me iría. Hay españoles aquí que han venido porque se pensaban que se iban a hacer ricos y están fregando platos. Otros que trajeron a toda la familia, hijos incluídos. O peor, los que están aquí para poder pagar la hipoteca del piso que compraron en España.
Poole es un pueblo pesquero, bastante bonito. Se nota que Jandro lo ha tenido que enseñar muchas veces. Comemos en un pub. Me dice que, probablemente, antes de Navidad vuelva a Barcelona y termine su aventura. Por lo menos, esta etapa. Es un gran tipo. Como muchos otros que están por aquí y quizás merezcan mejor suerte.
ENGLAND:
Oh, Ryanair, I hate you
Candem Town
Flirt
The Triangle
Gay Bingo
Exeter
Stratford
Capítulo final