Juro que su rostro es una ventana en el muro de una celda, no hay quimera más bonita en el mundo. Por eso lo miro tanto sentado en estos rincones idénticos desprovisto de cualquier atisbo de palabra. Miro ahora un cielo que transmuta en otro cielo, ahora la copa del árbol limítrofe con el bosque brindada a marítimas brisas, ahora nubes disfrazadas de trenes y galeones y cebras,
ahora ese pálido resplandor que adoroy que derramado a largas franjas
sobre el camastro, el pan mohoso y las ratas
riela con luz blanca
esta
oscura
libertad.
Ahora un muro, ahora un muro, ahora un muro.
Ahora un muro.
Desprovisto de cualquier atisbo de palabra.