Comienzo en tu pronombre a diluir las formas
de los caínes que inseminaron tu piel.
Arranco el dolor en todos tus burdeles
y es mía la urgencia de la clientela
que trafica copas en la barra de espera.
Arrugo los bocetos de tus noches sin
más luz que la sombra del cuerpo de una bestia
y pliego tu falda hasta la cintura
para que dances sin ropa y desteñida
sobre los versos que te inventan en mi mesa.
Escancio los tinteros con tus flujos
que impregnan de sal mi mano derecha,
y si conjugar tu carne supiera,
sin los malditos caines que en ti fueron,
entonces,tal vez, olería a ti este poema.