como si de veras, amor
Mi vida alcanza ese instante del monte
en que dejan de trinar
las copas altas de los cipreses
censores del acantilado
y desde el océano ya sólo atracan silencios.
Es la espera.
Flor del pedregal.
Mira el aire,
se preña de oleajes,
acá nada es prosaico,
este silencio
ya ligeramente húmedo y salino
hace aflorar poesía
en los daños de un hombre.
Qué instante sereno
separado de los otros instantes
por verdaderos ratos,
hormiguea el corazón
que cree en los monstruos,
qué poco significa
en los ojos de este hombre
la palabra abertura,
la palabra cierre.
Si vieras, amor,
como llegan reflotados galeones
desde el fin del mapa
sin que nadie apunte con el dedo
a sus velas.
Aquella cala desierta
prolegómeno del mundo heredado.
Todo el cielo cromado es un nombre
con apellidos cargados de lluvia
que yo te impongo
dormido sobre esta orilla de sequías.
Estoy tan viejo
y enloquezco tan despacio, amor,
no alcanzo a abandonar esta cordura
de recordarte desnuda cada mañana
prolegómeno del mundo encontrado
como si de veras,
como si de veras, amor.
Esta buena locura
que adivina lirios en las rocas
en la mitad de este silencio
va pintando círculos
en derredor de tu ombligo
como un patito feo
que recorre un cerúleo estanque de plata
con las alas heridas de petróleo.
Y si vieras, amor,
qué dibujo,
qué círculo enfermo de espirales,
si vieras, sencillamente.
Tengo miedo a morir mañana,
tantas cosas que decirte,
tantas deshabitadas islas de novela,
necesito tanto que me abraces.
Como si de veras, amor,
como si de veras.