horst p. horst |
A veces sueño ser sol cuando en realidad sólo soy lluvia o ni tan siquiera eso, menos que un relámpago, tal vez el sonido del trueno. Instantes. Segundos de placer fugaces que desaparecen en el aire para no volver. No duele. No.
Qué dure lo real y tampoco ficción. Flores blancas sobre la mesa a pesar de la fragancia perdida que escapa a través de mis manos muertas. Y sin embargo, sonrío.
El cielo sabe que tiene que ser ahora. De todas formas duermo en la sala de espera de la vida.
Jazmines, té de jengibre y el último disco de Neil Young apartados en el suelo que no piso y afuera todo es noche aunque llevo puesto mi vestido floreado para salir de paseo por las tardes.
¿Adónde fue a parar la belleza que habitaba dentro de mí? Tal vez nunca la tuve.
Las bendiciones no son sólo para los que se arrodillan por suerte, recuerdo. Y marcho hacia Marte fumando en silencio mi cigarrito de marca francesa.
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