Durante un par de años viví con una mujer mucho mayor que yo, empeñada en costearme el taller donde yo pretendía ser artista. Era poeta, y por más que se lo pedí, jamás encadenó unos versos pensando en mí. Contigo sólo pienso en prosa, me decía siempre. Y debía ser así porque la primera novela que me dedicó, fue finalista del premio Sonrisa Vertical.
Fue una buena época aquella, la verdad.