Hoy es la chiquilla, en esta cama, la lluvia pronta del verano que comienza. Abre los ojos y me observa, y habla, habla de las criaturas de la clase, de las niñas vestidas de domingo que pasean y se abrazan, que se palpan la piel y las carnes y no tienen miedo porque por qué tenerlo si se quieren, eh, si se saben al amparo de los árboles.
Ha traído vino y miel para la tarde, y bebe ahora la bebida caliente, la sorbe y me la tiende, y yo doy un trago largo y le pido que me hable, que me cuente, cómo son esas muchachas y qué ha hecho con ellas. Si se ha dejado arrullar también bajo la arboleda, si sus manos son el pan y la caricia, si son aquí y ahora las mismas que entonces. Y Francesca ríe y calla, y la miel que se derrama de su boca y hace un charco en la cama, y yo sé que nada nunca es lo mismo, que el amor entre criaturas no es ni por asomo esto que tenemos, esto que aquí y ahora es como la lluvia del verano.
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