Hubo sobre la Tierra un día negro.
Aquel día los gatos vomitaron
dejando a los ratones en la acera.
Aquel día los niños, embutidos
en oscuras zamarras, destrozaron
las farolas lanzando antologías
de poetas que no hablaban del punzón;
de aquel desasosiego,
de un dolor que afligía hasta la infancia.
No existiría jamás un día igual.
Existía, quizás, ese consuelo.
De Los hijos de los hijos de la ira.