ES cierto, el silencio se creó
el día en que ni tú ni yo escuchábamos,
un día que sin duda fue un domingo
-o un lunes, tanto da-
y comprábamos pollo
-siempre comprando pollo-
y en la cola dijiste exactamente
nada,
y yo en correspondencia contesté
precisamente nada,
y fue tanta la nada que hizo cola
que llegamos a casa y nos dijimos
nada, muy despacito,
para que se entendiera sin equívocos
que juntos inventamos el silencio.
Y que aparte del precio de un paquete
de arroz y de un cadáver macilento,
hacerlo no nos había costado
nada.
B. C.
2006