El aire acondicionado no funciona o es que de verdad yo me he vuelto loco. No dejo de sudar y me arde la cabeza. La ventilación del ordenador hace tanto ruido que parece que vaya a despegar. Una mosca que llevaba un rato revoloteando se posa en mi frente. Intento apartarla de un manotazo, pero no se mueve. Se ha quedado pegada en el sudor. La arranco de mi piel cogiéndola con dos dedos. Se produce un pequeño crujido al aplastarla. Dejo su pequeño cadáver encima de la mesa, ya lo limpiaré luego. Son las tres de la mañana y no he conseguido escribir más que estupideces carentes de interés.
Esta mañana hablé con una mujer que creía que era la madre de una amiga mía. La toqué en el brazo. La saludé y tuvimos una conversación. Ella respondió a mis preguntas. Yo respondí a las suyas. Pero mi amiga dice que su madre estaba con ella a esa hora y que no puede ser. Me sorprende lo superficial que puede llegar a ser una conversación, hasta el punto que no importa si hablas con un conocido o un desconocido: la otra persona podría no notar la diferencia.
Debería escribir sobre eso. Philip K. Dick escribiría sobre eso. Haría maravillas con una anécdota así. Seguramente, ya lo hizo. Es otra liga. Un nivel de demencia superior. Philip K. Dick decía que hablaba con Dios. Yo hablo con la televisión. Como los viejos. Cuando dan películas de miedo, grito: "¡Cuidado, justo detrás de ti!". Philip K. Dick era adicto a las drogas psicoactivas. Yo una vez me fumé un porro de marihuana y lloré. Lloré y pedí que me abrazaran. Ese soy yo.
Quizás la madre de mi amiga tenga una hermana gemela y fueron separadas al nacer. Ninguna de las dos conoce la existencia de la otra y nunca se han encontrado. O puede que sea una misma persona viviendo en universos paralelos. Universos distintos que, por alguna razón, se están unificando de forma que este mujer puede estar al mismo tiempo con su hija en Hospitalet y conmigo en un bar de chinos del centro.
Estoy agotado. Me pesa el cuerpo. La cabeza me da vueltas, pero tengo los ojos abiertos como platos. Tengo que levantarme dentro de cuatro horas, ya no sé si vale la pena dormir. Ni siquiera sé si seré capaz de conciliar el sueño. Necesito pastillas, pero no sé dónde las he dejado.
Me pregunto qué pasará si me encuentro a la madre de mi amiga (versión alternativa) mañana otra vez a la hora del desayuno. ¿Qué hago si la veo? ¿Me acerco y le digo que no es quien cree ser? Hoy, después de que se fuera y de descubrir la paradoja, la camarera no paraba de sonreír. Es china, es normal para ellos. Pero, a mí me daba la sensación de que sabía algo que yo no sabía.
Estaba ahí de pie, secando un vaso y mirándome sonriente. Yo, debía de tener cara de tonto. Le dije:
Saqué detenidamente la cartera del bolsillo. Conté las monedas para darle el importe exacto. Ella sonreía. Le dejé las monedas en el mostrador y ella dijo: "Glacias". Entonces, le pregunté:
—¿Quién soy yo?
—¿Peldón?
—¿Tengo una doble vida en otro universo?
—No entiendo -decía.
—Digo, por ejemplo, como un cristiano del siglo I en Judea.
—No entiendo, señol. Lo siento.
—¿Eres un agente del FBI?
—Soy de Tianjin, señol.
—Está bien. Hasta mañana.
—Hasta mañana, señol.
Mentía. Estoy seguro. Pero no iba a decirme la verdad tan fácilmente. Quizás otro día. Acabo de encontrar las pastillas.
Primera Parte: INSPIRACIÓN
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Debería escribir sobre eso. Philip K. Dick escribiría sobre eso. Haría maravillas con una anécdota así. Seguramente, ya lo hizo. Es otra liga. Un nivel de demencia superior. Philip K. Dick decía que hablaba con Dios. Yo hablo con la televisión. Como los viejos. Cuando dan películas de miedo, grito: "¡Cuidado, justo detrás de ti!". Philip K. Dick era adicto a las drogas psicoactivas. Yo una vez me fumé un porro de marihuana y lloré. Lloré y pedí que me abrazaran. Ese soy yo.
Quizás la madre de mi amiga tenga una hermana gemela y fueron separadas al nacer. Ninguna de las dos conoce la existencia de la otra y nunca se han encontrado. O puede que sea una misma persona viviendo en universos paralelos. Universos distintos que, por alguna razón, se están unificando de forma que este mujer puede estar al mismo tiempo con su hija en Hospitalet y conmigo en un bar de chinos del centro.
Estoy agotado. Me pesa el cuerpo. La cabeza me da vueltas, pero tengo los ojos abiertos como platos. Tengo que levantarme dentro de cuatro horas, ya no sé si vale la pena dormir. Ni siquiera sé si seré capaz de conciliar el sueño. Necesito pastillas, pero no sé dónde las he dejado.
Me pregunto qué pasará si me encuentro a la madre de mi amiga (versión alternativa) mañana otra vez a la hora del desayuno. ¿Qué hago si la veo? ¿Me acerco y le digo que no es quien cree ser? Hoy, después de que se fuera y de descubrir la paradoja, la camarera no paraba de sonreír. Es china, es normal para ellos. Pero, a mí me daba la sensación de que sabía algo que yo no sabía.
Estaba ahí de pie, secando un vaso y mirándome sonriente. Yo, debía de tener cara de tonto. Le dije:
—¿Me cobras?
—Uno veinte.Saqué detenidamente la cartera del bolsillo. Conté las monedas para darle el importe exacto. Ella sonreía. Le dejé las monedas en el mostrador y ella dijo: "Glacias". Entonces, le pregunté:
—¿Quién soy yo?
—¿Peldón?
—¿Tengo una doble vida en otro universo?
—No entiendo -decía.
—Digo, por ejemplo, como un cristiano del siglo I en Judea.
—No entiendo, señol. Lo siento.
—¿Eres un agente del FBI?
—Soy de Tianjin, señol.
—Está bien. Hasta mañana.
—Hasta mañana, señol.
Mentía. Estoy seguro. Pero no iba a decirme la verdad tan fácilmente. Quizás otro día. Acabo de encontrar las pastillas.
Primera Parte: INSPIRACIÓN