Erika



Ilustración: Erika Kuhn


Lleva registro del horror de la enamorada. Es un cuaderno donde sus dibujos hacen de la grieta un espacio aún más profundo, casi pájaro, casi pez. Sabe que los pájaros son los peces del cielo. Y los peces son pájaros marinos. Por eso tiene el sueño atropellado. Ella es un cuaderno de recordatorios, la furia del trazo. Algo le ha dolido más que la belleza. Cierra la mano: el pincel corre por debajo de la noche. Ahora está manipulándolo. Es un arma en la mano de una artista. O el sueño de la creadora que trabaja, filosa. Se hiere, pero no importa, dice. Se tiene así misma en el lenguaje de una sola cosa. La memoria hace del recuerdo un lugar específico. Se refugia donde presiona el gatillo y hace dos ausencias. La primera se llama Erika suturando a color una presencia nueva, la segunda: un corazón al que no le cabe la ausencia de Erika.
Está Herida, y cuando digo que está herida hablo de unir milimétricamente la nada hasta devolverle a su cuerpo la sombra después de haberla amado  

como si de vivir se tratara.



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