Informar, enfermar

Para justificar el incansable catastrofismo de sus portadas, los medios invocan la función informativa. De ese modo, la inercia sensacionalista queda elevada a ejercicio de franqueza. Como si aquello que la prensa destaca diariamente fuese, por mucho que nos duela, la cruda realidad. Pero lo real no esta ahí de antemano, a la espera de un simple y oportuno espejo. Lo real es sobre todo una construcción colectiva, cuyo contenido mismo depende de sus resúmenes. Por eso los medios no se limitan a reflejar la actualidad. También la priorizan, la articulan, la intervienen. Informar es dar forma. Leo en varios periódicos de España la siguiente secuencia informativa: cae la Bolsa y sube la prima de riesgo (titular superior destacado); el rey Juan Carlos tropieza (titular mediano); se descubre que el cáncer tiene células madre, corrigiéndose el enfoque de la enfermedad y sus posibles tratamientos (titular secundario, bien abajo). ¿Quién y cómo decide la jerarquía entre estos tres planos de la realidad? Mientras tanto, en la Plaza de Colón de Madrid, muy cerca de la sede del PP, se desploma la gigantesca bandera nacional. Cabría preguntarse por qué era tan grande. 

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