DESDE LA AZOTEA



Será por el calor o el letal bombardeo, el caso es que leyendo en el refugio antiaéreo este texto desde la terraza de Italo Calvino, en lugar de palomas, me ha dado por creer que habla de otra especie, plaga, más nefasta y cagona que la de estos pájaros. De la misma familia, pues son pájaros también, pero con piernas.
¡Cuidado que viene la canícula!
Salud
Oscar M. Prieto

¡sht! ¡sht! El señor Palomar corre por la terraza para espantar a las palomas que se comen las hojas de la gazania, acribillan a picotazos las plantas carnosas, se agarran con las patas a la cascada de campánulas, desgranan las moras, picotean hojita por hojita el perejil plantado en una caja cerca de la concina, escarban y hurgan en las macetas desparramando la tierra y descubriendo las raíces, como si la única finalidad de sus vuelos fuera la devastación. A las palomas que alegraban en una época las plazas ha sucedido una progenie degenerada, sucia, infecta, ni doméstica ni salvaje, sino integrada en las instituciones públicas y como tal extinguible. El cielo de la ciudad de Roma está desde hace tiempo a merced de la superpoblación de estos lumpen-emplumados, que hacen la vida difícil a cualquier otra especie de pájaro y oprimen el reino en otro tiempo libre y diverso del aire con sus monótonas, desplumadas libreas gris plomo
                                                                                                              Italo Calvino

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