Las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el cristal de las ventanas. Me acordé de Londres. Eran las seis de la mañana y tenía los ojos abiertos como platos por el jet lag. Me levanté. Will todavía dormía. Me di una ducha de tres minutos. Me vestí. Me acerqué a la cocina y me serví un vaso de agua. Se suponía que teníamos que ir a Disneyworld.
En Orlando hay cuatro parques de atracciones: Disney, Universal, SeaWorld y Legoland. Dentro de cada uno de ellos, hay varios parques más. Por ejemplo, Disney tiene cuatro y Universal tiene dos. Esto es así porque es el estado en el que hace mejor tiempo de todo el país. Land of Sunshine, lo llaman. Pero desde que yo había llegado, no dejaba de llover.
Le pregunté a Will:
—¿Cuánto van a costar las entradas a los parques, para que me haga una idea?
—¿A cuáles te gustaría ir? -contestó Will.
—A Disney y Universal.
—Tranquilo, yo me encargo.
Will hablaba como un mafioso. Si eres de Orlando, tienes contactos en todas partes. En los hoteles, las tiendas de ropa, los parques temáticos. O al menos, él los tenía.
Así que, para empezar, consiguió pases gratuitos para los cuatro parques de Disney: Hollywood Studios, Animal Kingdom, Epcot y Magic Kingdom.
Así que desayunamos en Denny's unos huevos con salchichas, patatas, dos tortitas con nata y fresas y un batido. Teníamos todo el día por delante y ya no podía ni moverme. Will me dijo que ese era el típico desayuno norteamericano.
—Si yo desayunara esto todos los días, pesaría 120 kilos.
—Por eso yo sólo desayuno cereales.
—¿Y qué coméis a mediodía?
—Pues depende. A veces nada. Aquí no es como en España. No tenemos un descanso de dos horas para ir a sentarnos a algún lado y comer tranquilamente. Nuestra vida gira en torno al trabajo. La familia y los amigos no tienen la misma importancia. Por eso, echo de menos Barcelona. Por la calidad de vida.
—Yo aquí me siento muy bien, excepto por la lluvia.
—Porque estás de vacaciones. Pero si vivieras aquí te darías cuenta... Yo algunas veces ni siquiera tengo un break a mediodía. Le tengo que decir a alguien de la tienda que me traiga un sandwich.
Entramos a Disney acompañados de la madre de una amiga de Will que trabajaba allí. Nos dio tickets para los cuatro parques. Y no sólo eso, paseando por Hollywood Studios, vino otro amigo de Will a saludarnos. Nos regaló unas postales y unas pegatinas. Una chapa en la que ponía: "First visit!" para mí. Y una tarjeta que nos permitía hacernos fotos en los lugares más característicos con los fotógrafos oficiales. Después él nos las mandaría.
—Will, no sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí —le dije.
—No es nada —decía Will.
Sólo le preocupaba la lluvia. A mí, no.
Pasamos el día en Disney. Visitamos los cuatro parques. Hubo lluvia intermitente. Eso nos permitió ahorrarnos algunas colas de gente que iba a refugiarse. Pero muchas de las atracciones eran cubiertas y el calor hizo que el día no se estropeara del todo. Montamos en las atracciones más conocidas. Paseamos. Incluso me compré un peluche de Mickey Mouse.
Dos días después, teníamos planeado conducir hasta Miami a pasar el fin de semana. Will seguía preocupado. Esperando en la puerta de Jennifer dentro del coche, caía un diluvio torrencial.
—Me gustaría que conocieras la verdadera Florida. No tiene nada que ver con esto. Te ha tocado una mala semana.
—Lo sé. No te preocupes.
Pero Will había dejado de sonreír.
Llamó a uno de sus amigos de Miami y le preguntó: ¿Qué tiempo hace por allí? Llueve, respondió. Y probó a llamar a otro amigo. Y otro más. Como si alguno de ellos fuera a desmentir lo que era más que evidente.
El problema era que Miami es South Beach y más allá de eso, no tiene mucho interés. Y si llovía, no tenía sentido moverse de Orlando.
—Lo siento mucho —insistía Will—. Si tú quieres ir, vamos igualmente.
—Will, no te preocupes, de verdad.
Entonces, uno de los amigos de Will escribió un mensaje que nos advertía que había aviso de tornado en Miami. En ese momento, nos rendimos.
Will me dijo:
—Te voy a compensar —como si fuera culpa suya todo aquello.
Yo le dije:
—Te quiero mucho.
FLORIDA:
El caníbal de Miami
Inmigración
The Animal City
Las propinas
In God We Trust
En Orlando hay cuatro parques de atracciones: Disney, Universal, SeaWorld y Legoland. Dentro de cada uno de ellos, hay varios parques más. Por ejemplo, Disney tiene cuatro y Universal tiene dos. Esto es así porque es el estado en el que hace mejor tiempo de todo el país. Land of Sunshine, lo llaman. Pero desde que yo había llegado, no dejaba de llover.
MULA |
—¿Cuánto van a costar las entradas a los parques, para que me haga una idea?
—¿A cuáles te gustaría ir? -contestó Will.
—A Disney y Universal.
—Tranquilo, yo me encargo.
Will hablaba como un mafioso. Si eres de Orlando, tienes contactos en todas partes. En los hoteles, las tiendas de ropa, los parques temáticos. O al menos, él los tenía.
Así que, para empezar, consiguió pases gratuitos para los cuatro parques de Disney: Hollywood Studios, Animal Kingdom, Epcot y Magic Kingdom.
Así que desayunamos en Denny's unos huevos con salchichas, patatas, dos tortitas con nata y fresas y un batido. Teníamos todo el día por delante y ya no podía ni moverme. Will me dijo que ese era el típico desayuno norteamericano.
—Si yo desayunara esto todos los días, pesaría 120 kilos.
—Por eso yo sólo desayuno cereales.
—¿Y qué coméis a mediodía?
—Pues depende. A veces nada. Aquí no es como en España. No tenemos un descanso de dos horas para ir a sentarnos a algún lado y comer tranquilamente. Nuestra vida gira en torno al trabajo. La familia y los amigos no tienen la misma importancia. Por eso, echo de menos Barcelona. Por la calidad de vida.
—Yo aquí me siento muy bien, excepto por la lluvia.
—Porque estás de vacaciones. Pero si vivieras aquí te darías cuenta... Yo algunas veces ni siquiera tengo un break a mediodía. Le tengo que decir a alguien de la tienda que me traiga un sandwich.
Entramos a Disney acompañados de la madre de una amiga de Will que trabajaba allí. Nos dio tickets para los cuatro parques. Y no sólo eso, paseando por Hollywood Studios, vino otro amigo de Will a saludarnos. Nos regaló unas postales y unas pegatinas. Una chapa en la que ponía: "First visit!" para mí. Y una tarjeta que nos permitía hacernos fotos en los lugares más característicos con los fotógrafos oficiales. Después él nos las mandaría.
—Will, no sé cómo agradecerte todo lo que estás haciendo por mí —le dije.
—No es nada —decía Will.
Sólo le preocupaba la lluvia. A mí, no.
Pasamos el día en Disney. Visitamos los cuatro parques. Hubo lluvia intermitente. Eso nos permitió ahorrarnos algunas colas de gente que iba a refugiarse. Pero muchas de las atracciones eran cubiertas y el calor hizo que el día no se estropeara del todo. Montamos en las atracciones más conocidas. Paseamos. Incluso me compré un peluche de Mickey Mouse.
Dos días después, teníamos planeado conducir hasta Miami a pasar el fin de semana. Will seguía preocupado. Esperando en la puerta de Jennifer dentro del coche, caía un diluvio torrencial.
—Me gustaría que conocieras la verdadera Florida. No tiene nada que ver con esto. Te ha tocado una mala semana.
—Lo sé. No te preocupes.
Pero Will había dejado de sonreír.
Llamó a uno de sus amigos de Miami y le preguntó: ¿Qué tiempo hace por allí? Llueve, respondió. Y probó a llamar a otro amigo. Y otro más. Como si alguno de ellos fuera a desmentir lo que era más que evidente.
El problema era que Miami es South Beach y más allá de eso, no tiene mucho interés. Y si llovía, no tenía sentido moverse de Orlando.
—Lo siento mucho —insistía Will—. Si tú quieres ir, vamos igualmente.
—Will, no te preocupes, de verdad.
Entonces, uno de los amigos de Will escribió un mensaje que nos advertía que había aviso de tornado en Miami. En ese momento, nos rendimos.
Will me dijo:
—Te voy a compensar —como si fuera culpa suya todo aquello.
Yo le dije:
—Te quiero mucho.
FLORIDA:
El caníbal de Miami
Inmigración
The Animal City
Las propinas
In God We Trust