¿Tiene usted alguna enfermedad contagiosa? ¿Algún trastorno físico o mental? ¿Es usted un adicto o abusa de las drogas?
Era mi primer viaje a Estados Unidos. La segunda vez en mi vida que salía de Europa. La primera, que cruzaba el Atlántico. Habían pasado sólo unos días desde que Elise me había explicado el caso del caníbal de Miami. Todavía no podía dormir del tirón.
No tenía muy claro qué ropa no llevarme. Como cada vez. Si pudiera, teletransportaría en cada viaje mi armario entero. Pero, como de momento no se ha inventado nada que lo permita, me veía en la obligación de descartar algunas prendas de más. Yo no soy un materialista frívolo amante de la moda, ni siquiera tengo mucha ropa. Todo es culpa de mi madre. Me educó para ser desmesuradamente precavido. Así que decidí preguntar directamente a Will.
—Ropa de verano. Hace mucho calor.
—Ya lo sé. Pero, ¿y si refresca por la noche?
—No.
—¿Y si se levanta un viento frío?
—No.
—¿Y si se levanta un viento frío?
—No.
—¿Y si llueve?
—Imposible.
—Pero... calor. ¿Qué es calor?
—Calor es calor. No te traigas nada. Aquí está super super hot.
Will me llamaba Moves like Jagger porque era la única canción que me hacía bailar de verdad.
¿Alguna vez ha sido arrestado por tráfico de sustancias u otras actividades inmorales?
Hacía muchos años que no se escuchaba un caso de canibalismo. De hecho, no recordaba ningún antecedente similar en el momento en que Elise me lo explicó. Faltaba justo una semana para mi vuelo.
—¿Has leído lo del caníbal de Miami?
—¿Miami? ¿Seguro que ha sido en Miami?
¿Está buscando trabajo en Estados Unidos? ¿Ha sido deportado anteriormente de nuestro país?
Había sido en Miami. Un tipo le había devorado la cara a otro. A plena luz del día, en una carretera, ante los coches que pasaban y las cámaras de seguridad. Un tío completamente desnudo le había comido a otro la nariz, la boca, un ojo y el resto de la cara. Sólo le había quedado el mentón.
¿Alguna vez se ha visto involucrado en casos de espionaje, sabotaje, actividades terroristas o genocidio?
Hasta entonces Miami era popular por las mansiones de los famosos, sus playas, sus enormes centros comerciales y el sabor latino del South Beach. Pero aquella historia lo estropeó todo. Mientras doblaba tres bañadores dentro de mi maleta, me preguntaba si se trataba de drogas, una secta o una maldición vudú.
El papeleo lo guardaba a parte. El pasaporte. El carnet de identidad. Y aquel absurdo cuestionario que autorizaba mi entrada a los Estados Unidos. Repasé de nuevo las preguntas, no fuera que hubiera escrito un sí o un no donde no tocaba.
¿Estuvo usted involucrado, de alguna manera, en las persecuciones asociadas a los nazis alemanes y sus aliados durante los años 1933 y 1945?
Esos malditos yanquis querían saber si había sido cómplice de crímenes que sucedieron cincuenta años antes de que yo naciera. ¿Y a mí quién me aseguraba que un norteamericano loco no iba a zamparse mi cara?
Elise me dijo que la policía le había disparado y ahora estaba muerto. Pero por alguna razón, aquello no me tranquilizaba.
Cerré la maleta, despacio y me senté a pensar un rato sobre ella.
Mi avión salía temprano por la mañana.
FLORIDA:
Inmigración
The Animal City
Land of Sunshine
Las propinas
In God We Trust
¿Alguna vez ha sido arrestado por tráfico de sustancias u otras actividades inmorales?
Hacía muchos años que no se escuchaba un caso de canibalismo. De hecho, no recordaba ningún antecedente similar en el momento en que Elise me lo explicó. Faltaba justo una semana para mi vuelo.
—¿Has leído lo del caníbal de Miami?
—¿Miami? ¿Seguro que ha sido en Miami?
¿Está buscando trabajo en Estados Unidos? ¿Ha sido deportado anteriormente de nuestro país?
Había sido en Miami. Un tipo le había devorado la cara a otro. A plena luz del día, en una carretera, ante los coches que pasaban y las cámaras de seguridad. Un tío completamente desnudo le había comido a otro la nariz, la boca, un ojo y el resto de la cara. Sólo le había quedado el mentón.
¿Alguna vez se ha visto involucrado en casos de espionaje, sabotaje, actividades terroristas o genocidio?
Hasta entonces Miami era popular por las mansiones de los famosos, sus playas, sus enormes centros comerciales y el sabor latino del South Beach. Pero aquella historia lo estropeó todo. Mientras doblaba tres bañadores dentro de mi maleta, me preguntaba si se trataba de drogas, una secta o una maldición vudú.
El papeleo lo guardaba a parte. El pasaporte. El carnet de identidad. Y aquel absurdo cuestionario que autorizaba mi entrada a los Estados Unidos. Repasé de nuevo las preguntas, no fuera que hubiera escrito un sí o un no donde no tocaba.
¿Estuvo usted involucrado, de alguna manera, en las persecuciones asociadas a los nazis alemanes y sus aliados durante los años 1933 y 1945?
Esos malditos yanquis querían saber si había sido cómplice de crímenes que sucedieron cincuenta años antes de que yo naciera. ¿Y a mí quién me aseguraba que un norteamericano loco no iba a zamparse mi cara?
Elise me dijo que la policía le había disparado y ahora estaba muerto. Pero por alguna razón, aquello no me tranquilizaba.
Cerré la maleta, despacio y me senté a pensar un rato sobre ella.
Mi avión salía temprano por la mañana.
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Las propinas
In God We Trust