CUANDO TE MIRO, TUS RASGOS NO SON EXTRAÑOS


Los acuchilladores del parqué. Gustave Caillebotte. 1875.

De pronto, en una bañera azul, grifería de los locos, como esos baños para los ciudadanos del Nido del Cuco/


surfeando la ola del gel para pieles secas, duro, atiborrado como yo de conservantes para una vida mejor/


Te miro y subo desde tus pies, peleando con el cartel que te propone como “ser humano”/


Toco la piel o tu pared, sí, mejor decir tu pared de linóleo, siempre recién pintada para las batallas, embreada, la que me hace llorar como las cebollas rojas/


te lloro por la ternura, porque te empeñas en que la madera de tus mejillas no la acuchille nadie más que yo/


Y pinto en esa pared de horquillas, en la que me amanecen tus ojos,/


y dejas que la tinta se consuma en tus años/


ésos que compartimos cerca del fuego o atiborrados de frío/


comandando a nuestros iris para que se juntasen.


Yo he recorrido esta anatomía marina y celeste en una cocina, donde escaseaba el pan y devorábamos algodón/


Las mareas tuyas han inundado épocas y han sitiado lugares comunes, ésos a los que dimos nuestros nombres/


Has sido el senescal de la nobleza a la que pertenezco, mandando regalos de Navidad el día en que comenzaba a nevar, allí en El Pireo, donde nunca estuve; aquí, en el manicomio, donde siempre estaré/


Tu cuerpo me visita cuando el mío tirita de frío/


Y te callas y te toco, ya seas carne o aire/


Todos piensan que hablo sola, mientras tú me recuerdas aquel día en que Roma ardía y me mostrabas cómo (también) caen los imperios.



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