"La verdad es totalmente interior" (Mahatma Gandhi)
1. Compro la revista Fotogramas antes de ir a la oficina. Este mes, aparece en portada una foto de Mario Casas sin camiseta. Parece que el actor pasa más tiempo a torso descubierto que con la ropa puesta. Se trata de hacerse desear. No creo que a nadie le guste cómo actúa. No sabe hablar (o si sabía, se le ha olvidado). En las entrevistas parece tonto. Pero hace deporte y, siempre que puede, enseña las abdominales. Una mentira repetida muchas veces puede convertirse en verdad para la mayoría de la gente. Un chico cualquiera puede convertirse en objeto de deseo si se exhibe de la manera adecuada y con la frecuencia correspondiente. A mí no me gusta Mario Casas, pero lo he visto ya tantas veces desnudo que su imagen ha traspasado ciertas fronteras de mi inconsciente. Han conseguido el objetivo: que esta especie de Rafa Mora del cine español ocupe un lugar entre mis mitos eróticos contra mi voluntad. Puedo seguir negándolo, pero, ¿para qué? Somos débiles frente a ciertos estímulos.
Así que Mario Casas, al que detesto y, sin embargo, deseo artificialmente (véase otros ejemplos como Cristiano Ronaldo) ocupa escandalosamente la portada de la revista Fotogramas y tengo que llevarla bajo el brazo cual lectora choni de la Vale. Es una revista de cine, con información cinematográfica en su interior. Pero esta vez no es esa la imagen que da. Parece otra cosa. Y me hace parecer a mí otra cosa.
Junto al Fotogramas regalan este mes Car and Driver; una revista de coches. Mientras viajo en el metro la uso para tapar a Mario Casas. Quizás sirva para eso. Me hace distinto. Aunque llevar al musculado actor bajo el brazo seguramente se corresponda mejor con mi interior que el último modelo de Audi.
2. Veo un capítulo de Mujeres Desesperadas y sucede algo con los subtítulos que nunca me había ocurrido. He tenido que soportar malas traducciones, subtítulos demasiado lentos, demasiado rápidos, descompasados, idiomas desconocidos... Pero en el capítulo de hoy -increíble- los subtítulos correspondían al episodio siguiente.
Es la peor pesadilla de los enemigos del spoiler. Veo lo que está ocurriendo y leo lo que ocurrirá en el futuro simultáneamente. Delirante y a la vez hipnótico.
Eso me hace recordar una escena en Annie Hall en la que Woody Allen charla con Dianne Keaton mientras abajo podemos leer subtitulado lo que realmente están pensando. Siempre he pensado que sería útil para la vida real porque la mayor parte del tiempo decimos una cosa pero pensamos otra. Lo que no sé es si podríamos soportar vivir en una sociedad en la que todo lo que ronda nuestro interior acabara viendo la luz.
3. Llego a la oficina y le doy a mi compañero Alberto la revista de coches.
—¿No te interesa?
—Prefiero a Mario Casas —le digo.
¿Lo ven? Ahí lo tienen. Un viaje en metro con él y ya he sucumbido a sus encantos subliminales. Puede que la primera vez que dijera con asco lo idiota que me parece, un subtítulo proveniente del futuro tradujera: "Me quiero hacer una paja contigo". Antes incluso que yo lo supiera, como en el capítulo de Mujeres Desesperadas.
No sé si los subtítulos proféticos serían más útiles que los que describen nuestros pensamientos o más peligrosos. Pero no resulta difícil imaginar aquella cita en la que te decían: "Me siento muy bien contigo" subtitulada como: "Creo que deberíamos darnos un tiempo".
O la entrevista de trabajo en la que te dijeron: "Estamos encantados de contratarte", mientras se anticipaba debajo: "Lo siento, pero nos vamos a ver obligados a hacer un ERE".
"Te quiero" acabó convirtiéndose en: "Ya no nos reímos como antes".
"Te veo como un amigo", subtitulado como "Vente a mi casa que estoy sola".
Puede que la vida subtitulada perdiera toda la gracia pero la verdad es que, en muchos casos, no nos revelarían nada que no supiéramos ya desde el principio. Negarlo sería la parte más difícil.
Así que Mario Casas, al que detesto y, sin embargo, deseo artificialmente (véase otros ejemplos como Cristiano Ronaldo) ocupa escandalosamente la portada de la revista Fotogramas y tengo que llevarla bajo el brazo cual lectora choni de la Vale. Es una revista de cine, con información cinematográfica en su interior. Pero esta vez no es esa la imagen que da. Parece otra cosa. Y me hace parecer a mí otra cosa.
Junto al Fotogramas regalan este mes Car and Driver; una revista de coches. Mientras viajo en el metro la uso para tapar a Mario Casas. Quizás sirva para eso. Me hace distinto. Aunque llevar al musculado actor bajo el brazo seguramente se corresponda mejor con mi interior que el último modelo de Audi.
2. Veo un capítulo de Mujeres Desesperadas y sucede algo con los subtítulos que nunca me había ocurrido. He tenido que soportar malas traducciones, subtítulos demasiado lentos, demasiado rápidos, descompasados, idiomas desconocidos... Pero en el capítulo de hoy -increíble- los subtítulos correspondían al episodio siguiente.
Es la peor pesadilla de los enemigos del spoiler. Veo lo que está ocurriendo y leo lo que ocurrirá en el futuro simultáneamente. Delirante y a la vez hipnótico.
Eso me hace recordar una escena en Annie Hall en la que Woody Allen charla con Dianne Keaton mientras abajo podemos leer subtitulado lo que realmente están pensando. Siempre he pensado que sería útil para la vida real porque la mayor parte del tiempo decimos una cosa pero pensamos otra. Lo que no sé es si podríamos soportar vivir en una sociedad en la que todo lo que ronda nuestro interior acabara viendo la luz.
3. Llego a la oficina y le doy a mi compañero Alberto la revista de coches.
—¿No te interesa?
—Prefiero a Mario Casas —le digo.
¿Lo ven? Ahí lo tienen. Un viaje en metro con él y ya he sucumbido a sus encantos subliminales. Puede que la primera vez que dijera con asco lo idiota que me parece, un subtítulo proveniente del futuro tradujera: "Me quiero hacer una paja contigo". Antes incluso que yo lo supiera, como en el capítulo de Mujeres Desesperadas.
No sé si los subtítulos proféticos serían más útiles que los que describen nuestros pensamientos o más peligrosos. Pero no resulta difícil imaginar aquella cita en la que te decían: "Me siento muy bien contigo" subtitulada como: "Creo que deberíamos darnos un tiempo".
O la entrevista de trabajo en la que te dijeron: "Estamos encantados de contratarte", mientras se anticipaba debajo: "Lo siento, pero nos vamos a ver obligados a hacer un ERE".
"Te quiero" acabó convirtiéndose en: "Ya no nos reímos como antes".
"Te veo como un amigo", subtitulado como "Vente a mi casa que estoy sola".
Puede que la vida subtitulada perdiera toda la gracia pero la verdad es que, en muchos casos, no nos revelarían nada que no supiéramos ya desde el principio. Negarlo sería la parte más difícil.