Inciso 4






ESTE TEXTO ME LO HA ENVIADO CHARO:

Tu blog está teniendo en mí efectos colaterales inauditos, pues me he puesto a buscar a mi tía Jeanette, que así se llama mi tía de Tetuán, y de momento no la pillo en su piso. Es verdad que es muy habladora, tanto que cuando me llamaba, viviendo yo en Madrid, me acostumbré a hacer algo muy borde, que era, por ejemplo, dejarla hablando en el teléfono y hacer mientras yo la tortilla para la cena de Fabio. Luego volvía y allí estaba mi tía Jeanette, que no había percibido mi ausencia. Jose me decía que yo era una borde, pero eso nunca trajo problemas. Ella es una mujer admirable: nació en Francia, de ahí el nombre, era hija de una hermana de mi abuela paterna que emigraron de Riotinto a Francia. Luego su madre estuvo enferma, y ella cuidó de ella y de sus cinco hermanos varones en ese piso minúsculo de Tetuán. Lo que me impresionaba de pequeña es que esos hermanos hicieron fortuna, uno de ellos llegó a ser un empresario con un montón de inmuebles -edificios enteros- de su propiedad, pero a ella no la ayudaron a salir de la miseria. Sucedió que se casó con un hombre humilde y orgulloso a la vez, Eusebio, alguien a quien tú definirías como una persona con criterio, al que su hermano rico puso a descargar camiones y trató de manera humillante. Eusebio no aguantó; se despidió del trabajo y se metió a trabajar duro en una cantera de mármol de las afueras de Madrid durante toda su vida. Era un hombre interesante, que gastaba su tiempo libre yendo al museo del Prado una y otra vez, apreciando como un experto en arte las pinturas de los maestros. Me parecía alguien muy profundo, austero, marmolista pero interesado en el arte por encima de todo. Me parecía increíble que mi tía, con esos hermanos, siguiese viviendo allí, y que su hermano Emilio el ricachón, después de haber sido criado por ella y haber ascendido en parte gracias a ella, no les hubiese dado un puto piso en condiciones. Porque odiaba a ese cuñado pobre que le había plantado cara. Pero ella siempre justificaba estas actitudes porque los quería como la madre que fue para ellos. Y había tanta dignidad en esa casa pobre, y eran tan maravillosos sus cocidos, y ella tan generosa acogiendo a todo el mundo... Tuvo un hijo maravilloso, mi primo Fernando, al que recuerdo lleno de vitalidad. Murió por la heroína, pero ella crió a la niña que él dejó. Y luego la pequeña fue madre adolescente y también se metió con su niña en el piso de Tetuán. Por eso digo que hay mucho que aprender de esas mujeres. Y que tu blog me haya hecho pensar de nuevo en ella, a la que ví llorando de emoción cuando mis padres la llevaron, ya mayor, a conocer el mar en Punta Umbría...

Espero volver pronto y presentártela, aunque ahora su hija mayor se la lleva mucho a Palma.

Pero gracias, gracias por haberme hecho volver a mi tía, esa mujer especial y sobre todo bondadosa.
 
Charo

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