Una hermana, de Bastien Vivès. La sencillez de hacerse mayor

Bastien Vivès cada vez necesita menos para llegar a las profundidades del sentimiento. Menos rodeos. Menos detalles gráficos. Menos pudor.
Una hermana, su último título publicado en España después de un tiempo de espera más largo de lo habitual en un autor prolífico como él, vuelve a aproximarse a los secretos de la juventud, al misterio del descubrimiento. Lo hace con una historia de iniciación sexual y crecimiento interior; el relato de un amor de verano (tema que ya es un género en sí mismo), con sus ingredientes habituales de intensidad dolorosa, miedo y fugacidad.
La intensidad adolescente de Una hermana y la explícita honestidad de Vivès son reveladoras: aunque su cómic levantará alguna ampolla entre los guardianes de la corrección política y demás inquisidores de la moral (esos mismos que se dedican a retirar libros de bibliotecas), la mirada franca del aún joven dibujante francés no debería intimidar a nadie. Su sensibilidad lo desvía de cualquier ánimo provocativo y reubica su interés en la sencillez de la intensa curiosidad con la que los niños viven el tránsito hacia la adolescencia antes de desembocar en las asperezas de la vida adulta. Una hermana dice más cosas de la juventud actual, de sus dudas, miedos y desconcierto, en estos tiempos del descontrol informático y el flujo hiperreal, que cualquier manual de sociología o perfil psicológico generacional. La realidad vibra agitada en cada una de sus páginas.
Vivès es, además, un maestro de la revelación sutil. Su cómic lo enseña todo, abierta y explícitamente, pero casi no se ve nada. Se mueve con la delicadeza extrema de un trazo que apenas parece un esbozo. La depuración de su línea hasta un minimalismo preciosista aligera el dibujo de detalles escabrosos o recreaciones innecesarias. Y, pese a ello, el dibujo de Vivès es de un realismo trasparente y luminoso. No le sobra ni le falta nada. Hasta cuando el autor prescinde de detalles básicos, como los ojos y las bocas de los personajes, sus protagonistas son capaces de expresar asombro, tristeza o excitación. El estilo modulado, abierto y ágil del dibujante francés es un ejercicio de depuración, un esfuerzo de síntesis que, paradójicamente multiplica la expresividad del conjunto y refuerza su carga significativa, convirtiendo una historia que podría haber resultado trivial en un relato cargado de hondura, emoción e inocencia adolescente. Y todo ello sin aparente esfuerzo. Con la naturalidad de quien podría dibujar sin un lápiz en la mano. Una hermana es uno de esos preciosos instantes que, a veces, se esconden entre viñetas.

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