Daumier y el realismo

Para Honoré Daumier la presentación de la realidad y del presente fue también una de sus obsesiones.  Artista polifacético: dibujante, caricaturista, ilustrador y escultor. Descubrió su auténtica vocación trabajando en la revista La caricature, en el que Daumier representaba al rey burgués con la boca abierta, engullendo las carretas de alimentos que le llevaba su pueblo hambriento. Esto le convirtió en un hombre célebre y le llevó a la cárcel. A pesar de sus múltiples causas judiciales, Daumier no cejó en sus acerbas críticas al poder. Es esta la época en la que popularizó la imagen del rey representado como una pera y realizó también los retratos-caricaturas en barro cocido coloreado de diputados y pares de Francia.

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Daumier, en su obra partió de una expresividad que alcanza en ciertas ocasiones un carácter esperpéntico. Desde esta expresividad acometió tanto temas realistas (escenas de la calle, de las salas de audiencia, alegorías sociales) de acentuado contenido crítico, como temas tomados del teatro (actores y saltimbanquis), de la fábula (Don Quijote), e incluso de la historia sagrada.

Su concepción de la política le hacía ver la dimensión de la opresión del poder como una losa que asfixiaba al pueblo. Sus representaciones son un claro ejemplo de contestación a esta situación. Pero Daumier tiene un tratamiento del realismo diferente al de Courbet, no basa su protesta en la representación realista de unos acontecimientos frente al mundo académico y alegórico de las musas. Su contestación la acomete desde la agresividad que proporciona su profunda expresividad pictórica, desde su lucha contra el dibujo y la forma académica y desde la desvinculación del mundo hedonista del color. Con Daumier se abre un debate posterior del sentido y significación de los realismos, ya que el realismo no sólo consiste en representar en el lienzo el naturalismo y la realidad vivida en el momento, el realismo va más allá, la expresividad de lo real y su crítica es lo que confiere que una obra sea realista. Por muy importante que pueda ser la fidelidad a la realidad visual constituyó tan sólo un aspecto del programa realista; y sería erróneo basar nuestra concepción de un movimiento tan completo sobre uno de sus rasgos: la verosimilitud. A fin de entender el realismo como actitud estilística dentro de su período, debemos atender a algunas de las restantes aspiraciones y logros de los realistas, como fue la pintura nerviosa de Daumier.

En esta obra, ¡Queremos a Barrabás!, toma prestada la temática religiosa del Ecce Homo, a la que Daumier le ha conferido un contenido social.queremos a barrabas

Daumier pone de manifiesto su rebeldía frente a las formas establecidas, lo mismo que frente al poder que condena al inocente. En esta pintura bajo la forma de alegoría religiosa, ofrece una reflexión sobre la naturaleza del ser humano cuando este traspasa el umbral que lo desvincula de su categoría de pueblo para convertirlo en masa, ejerciendo un fenómeno que adquiere su verdadera dimensión con el inicio de las grandes concentraciones urbanas a consecuencia de la Revolución Industrial. Como consecuencia de ello el pueblo es capaz de resistir o rebelarse, la masa se torna sumisa y a veces deviene en cruel colaboradora del poder. Como dijo Giulio Argan: “histéricamente pedirá la gracia para el bandido y la muerte para el santo”.

Daumier, como ya hemos señalado, tuvo varios tropiezos con la justicia. Esta experiencia le sirvió como inspiración para realizar Recuerdo de la cárcel de Sainte-Pélagie en 1834. A partir de entonces, Daumier se convertiría en un asiduo del Palacio de Justicia y en un atento observador de su “fauna”: abogados, jueces, demandantes, etcétera.

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La gran sobriedad de la composición, acentuada por la dura monocromía de las togas negras de los abogados, contribuye a resaltar la intensidad dramática y casi teatral de la escena, potenciada también por el tratamiento de los rostros, que parecen máscaras impersonales. Daumier incrementa aún más esta tensión colocando a la derecha a la viuda desconsolada y a su hijo, ambos vestidos de negro, que contrasta con el personaje burgués, pintado en una gama de tonos más claros, que sale muy satisfecho del palacio de justicia, se supone que por haber ganado un pleito precisamente a la viuda.

La burla demostró ser un arma formidable para rasgar la cobertura protectora del sentimiento o artificio convencionales extendido sobre la realidad.

Las obras de Daumier recuerdan, en cierta manera, a las de Goya. Ambos artistas recurriendo a lo grotesco y la caricatura retratan lo más obscuro de la sociedad. Se perciben los monstruos que se llevan dentro, que afloran.

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