underground


Entonces, llega la última estación.
La voz de la mujer por el alto parlante informa:
es la estación terminal.
Todas las mañanas el mismo ritual. Todas. El mismo.
Yo, contengo las lágrimas.
No debo llorar frente a tantas personas.
Si supieran.
A veces imagino abrir los ojos y no entender el idioma
de aquella mujer que anuncia el final del recorrido.
Que La Floresta es la siguiente parada en dónde debo bajar, no Alem.
Que hace calor, no frío.
Que me espera una casa en la montaña, llena de flores.
Hay días en que la tristeza es más profunda. Muchísimo más.
Cuánto faltará, me pregunto. Cuánto.
La gente apurada va y viene
sin entender de distancias
[ acaso el amor, un secreto del mar.
En ése ir y venir me pierdo siendo nadie
con toda la luz encima.
Aquélla que mantiene intacta mi fe.
Aquélla que reza.
Aquélla que dice:
Barcelona está cerca.
Cuestión de paciencia, apenas.





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