Dedicatorias cinéfilas gusanas. Nunca aceptes dulces de un extraño (1960, Cyril Frankel). Para el Arzobispo de Granada.

El arzobispo de Granada ha pedido perdón por los pecados de la Iglesia. No por todos, claro, porque le llevaría una eternidad. Solamente por el enésimo caso de abusos sexuales a menores perpetrados y encubiertos por la Iglesia Católica (no tengo ganas de mirar estadísticas, que me pongo malo). Dice que a Cristo le duelen estas cosas. Pero el caso es que ni siquiera estamos seguros de que a Cristo le dolieran sus clavos porque su existencia no está demostrada (la de Cristo, la de los clavos sí). Lo que parece más probable es que a las víctimas de los abusadores sí les duelan muchas otras cosas.

El caso es que hoy vengo a recomendarle al arzobispo una película cuya moraleja debería aplicarse pero a futuro, que ya cansa lo de pedir perdón con carácter retroactivo, sobre todo si no lo haces de corazón sino obligado por tu jefe, que es un jipi (Francisco).


Le voy a recomendar una producción de la Hammer de 1960 dirigida por un artesano y asalariado de la casa: Cyril Frankel. Puede que alguien lo recuerde por su película más conocida: Las Brujas (1966). 

A mí me gusta más esta que traemos hoy: 
Nunca aceptes dulces de un extraño
uno de los títulos más descriptivo de la Historia del Séptimo Arte.

Nunca aceptes dulces de un extraño tiene un poco de serie B, de drama, de thriller, de película de juicios, de denuncia de la lacra de la pederastia y de crítica social hacia el encubrimiento de estas aberraciones por parte de algunos poderosos que prefieren correr un tupido velo sobre este escabroso asunto. Pese a ser una producción Hammer, se aleja del tono general que solemos asociar a las producciones de la mitificada productora británica aunque no se libre de ese ingrediente de gancho morboso habitual en los productos Hammer (pero es muy poquito y justificado). También se aleja de la paleta de tonos coloristas Hammer al ser un thriller en glorioso byn.

Voy a resumir la trama. A una pequeña localidad de Canadá llega un nuevo director de instituto con su mujer y su hija de 9 años. Nuestro protagonista acaba de cumplir el sueño laboral de su vida. Tras la fiesta de bienvenida por parte de lo más representativo de la comunidad, el matrimonio de forasteros llegan a su nuevo hogar para encontrarse con un acontecimiento que les hará bajarse de la nube en la que flotaban. Su hija les cuenta que esa misma tarde ha estado con una amiguita bailando desnuda en casa de un anciano que, a cambio de semejante entretenimiento, les ha regalado unos caramelos. 

El anciano en cuestión resulta ser Mr. Olderberry, patriarca de la más prestigiosa familia del pueblo…

Creo que no hace falta que cuente nada más. Espero haberles contagiado las ganas de videar esta película que, además, es muy cortita y que yo creo que les sorprenderá muy gratamente pues son muchas las virtudes que la adornan pese a su modestia y al encorsetamiento formal y limitación actoral y etcéteras habituales a los que cualquier producción modesta se ve condenada (amén de la teatralidad que heredan muchas películas basadas en obras de teatro, como es el caso).

No se pierdan Nunca aceptes dulces de un extraño que, como buena serie B, viene con moraleja y es una joyita de ésas que los blogueros más cool calificamos de “a reivindicar” o “ a descubrir” o etc .

Una película y una moraleja que hoy dedicamos al Arzobispo de Granada.

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