El Impero Católico Contraataca. Monjas Guays y Johann Strauss II.

Me cuenta mi esposa que una monja ha ganado un talent show italiano de ésos en los que se premian las cualidades vocales. Se llama Sor Cristina Scuccia, tiene 25 años, parece que tiene 45 (cosas de monjas) y, al recibir el premio, dijo algo así como "Mi sueño es rezar un Padre Nuestro. Quiero que Jesús entre aquí dentro" (cosas de monjas II) que es una de esas sentencias católicas que se prestan a tergiversaciones semánticas que terminan por parir engendros como el nunsploitation (si es que van provocando).


El caso es que la Iglesia Católica es como el Imperio: siempre contraataca. Y va probando entre ir de guay o ir de guardiana de la fe.


Los que fuimos niños en los 70 y estudiamos en colegios católicos recordamos bien a esos curas con pinta de jipis guerrilleros que vendían cristos proletarios que se asemejaban al Mesías judío, o sea, de los que querían hacer justicia aquí, en la Tierra. Luego vino Juan Pablo II y dinamitó la teología de la liberación y la Iglesia volvió a ir de ortodoxa por la vida terrenal que, como ya saben, es la que más les importa.


Ahora tenemos a Francisco y a monjas cantarinas que se llenan la boca con medidas populistas pero que, como siempre, no le echan bemoles a la hora de atajar ningún problema serio de raíz, lo mismo que le pasó a Pío XII durante la WWII y la matanza de judíos, gitanos, comunistas, ateos y gente de mal vivir. Con lo fácil que hubiera sido decir algo así como "todo católico alemán que colabore en el asesinato de inocentes quedará excomulgado y se irá al infierno de cabeza a sufrir 4ever and ever". Pero no.

El caso es que la moda actual es el populismo que nos vende mini revoluciones express como ésa de que los políticos tienen que viajar en turista cuando la Revolución (con mayúsculas), al menos en ese área, llegará el día en que todos los turistas viajemos en business. Yo es que soy más ambicioso.

Pero bueno, si la cosa va de monjas... Sea.

Les traigo hoy el Coro de Monjas y Aria de Laura de la opereta Casanova de Johann Strauss II (el de los valses). Una escena muy curiosa en la que se yuxtaponen las plegarías monacales de las monjitas con las peticiones de la novicia Laura a la Santa Madre para que la libere de esa prisión terrenal en la que está enclaustrada con el fin de poder entregarse a la pasión en brazos de su seductor, el veneciano Giacomo Casanova, el ligón, según un amigo mío, más sobrevalorado de la Historia. Las razones: pescaba en barriles (monjas, casadas y demás presas fáciles).

En fin, cada uno reza y pide por lo que le apetece.

El tema de las monjitas es muy solemne mientras que el de Laura, el libidinoso, es, cómo no, un vals vienés.

No se lo pierdan. Es delicioso y muy cortito.

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