Una jornada particular

Yo nací en 1977; el mismo año en que Ettore Scola dirigió a Sophia Loren y Marcello Mastroianni en 'Una giornata particolare'. Treinta y seis años después, la noche, casi madrugada, de un martes de marzo, programan la película en La 2 y me quedo en el sofá hasta pasadas las tres. Acostarme sin verla terminar hubiera sido un sacrilegio y, la tarde siguiente, mientras me escapo con Javi a La City para tomarnos el café de después de comer, le cuento el argumento y se la defino como imprescindible.

Mi favorita es la escena de la azotea, que acompaña a este post; un ejemplo claro de la facilidad con que lo cotidiano puede convertirse en extraordinario. El espectador ve a Sophia y a Marcello jugar entre las sábanas tendidas, contra esa mañana gris del día del desfile al que no han acudido, y adivina que los personajes, en un futuro, recordaran ese momento como algo excepcional en sus vidas, algo que les dio valor.

Es extraño donde reside a veces el sentido, el porque de las cosas; cómo en los lugares oscuros y pequeños se esconde el tesoro más brillante.

***
Dos días después de volver a ver 'Una jornada particular' viajo a Valencia con Reca y, desde el instante mismo en que cogemos el AVE, me adentro en mi propio estado de excepción. El viaje relámpago con mi amigo para presentar en la Fnac de San Agustín su primera novela, 'Deudas vencidas', se convierte en una expedición llena de altos en el camino: desde la playa de Las Arenas, donde se encuentra La Pepica, un clásico entre los restaurantes especializados en Paella Valenciana, al barrio de Ruzafa, al que llegamos siguiendo los pasos de mi hermana Ana, que nos lleva hasta una de las librerías más activas de la ciudad, Bartleby, en la que nos recibe la poeta Luci Romero, que ahora también se ha convertido en una librera excelente.

Todo sale bien, sin estridencias y, aunque todavía es pronto, no se nos escapan los primeros síntomas falleros: vemos algunos camiones con piezas de fallas camuflados entre el tráfico y la iluminación de las comisiones más importantes ya está preparada. Por todas partes hay puestos ambulantes de churros, chocolate y buñuelos y, a pesar de que nos la perdemos por minutos, esa mañana se dispara la mascletà.

Nuestra "jornada particular" es agotadora, pero merece la pena; y, como siempre que por una razón o por otra aterrizo en Valencia, siento lejos mis preocupaciones diarias, mis nostalgias habituales, esas que no se van nunca del todo pero que el cambio de escenario consigue apaciguar con el efecto de la morfina.

Y pienso en no volver, en qué pasaría si me quedara a este lado del espejo, donde todo parece más agradable y menos rápido.

Menos hiriente.

___________________________________________
La Fallera Cósmica | Promociona también tu página

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*