Por qué escribo, de Félix Romeo


Esperaba con ansia la publicación de este libro. Incluso antes de que existiera el proyecto ya quería leerlo. Es lo que me ocurre con los columnistas que me enganchan: quiero más, quiero sus artículos en tropel, como me sucede con las series de televisión que me gustan, porque no me basta con ver un episodio y esperar a la emisión de la semana siguiente, no, los quiero todos juntos para ver dos o tres al día. Me apasionan los libros que compilan artículos (de, por ejemplo, Francisco Umbral, Javier Marías, Camilo José Cela, José Luis Alvite, Juan José Millás o los primeros de Juan Manuel de Prada). Y lo primero que recuerdo haber leído de Félix Romeo fueron artículos sueltos, aquí y allá, además de críticas y reseñas. Aunque la primera noticia de Félix Romeo la tuve viéndolo en La Mandrágora, un programa que a mí me gustaba mucho, y por tanto no estoy de acuerdo con Félix, quien dijo (está escrito en uno de los artículos del libro) que ese programa había sido en cierta manera un fracaso.

En Por qué escribo, precedido de una magnífica introducción de Eva Puyó e Ismael Grasa, tenemos casi 300 páginas de artículos, lo que supone un vistazo detallado a los gustos y a las aficiones de Félix Romeo, que van configurando parte de lo que era su mundo: la literatura, Zaragoza, los amigos, los tebeos, las novelas gráficas, los viajes, la pintura… Lo mejor de todo es que hay mucho de autobiográfico en estas páginas: hay vivencias, hay amistades, hay rutas por ciudades, hay lecturas, hay amores y desamores, hay pasiones y muchos guiños a Georges Perec, de quien heredó esa costumbre de elaborar listas y enumerar títulos y nombres.

Alguien me reprochará que escriba esta nota sobre el libro de un autor español (llevo años diciendo que en mi blog no hago reseñas de autores que escriben en castellano), pero es que hay excepciones, y la primera es la muerte. Félix Romeo murió hace dos años y nadie me puede recriminar que alabe su obra; porque a él, ahora, probablemente le dé igual, y es difícil que haya “amiguismo” entre vivos y muertos. El único problema de este libro es que se termina y te deja con ganas de más. Pero quedan artículos publicados que aquí no se recogen porque es una selección: ojalá nos llegue pronto una especie de “segunda parte”. Ahí lo dejo. Y os copio algunos extractos:

Cuantas más cosas recuerdo, más olvido. Ya solo me acuerdo de mi miedo, que es enorme, es como una casa o más grande. No hay término de comparación. La literatura es una locura, quiero decir que es una forma de estar en el mundo diferente, y lo diferente siempre está cerca de la literatura.

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El olor de los tebeos es el “perfume del tiempo”, el sabor de la madalena empapada de Marcel Proust.

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Durante un tiempo pensé escribir una novela que transcurriera en El Corte Inglés de Sagasta, una especie de Ulises contemporáneo. El protagonista se cortaba el pelo en la peluquería y comía en el restaurante y tenía sexo en los probadores y se probaba ropa y preparaba un viaje en la agencia de viajes y también era detenido por robo…

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Me encantan los libros. Vivo de los libros. Con los libros. Entre libros. Entre montañas de libros. Libros nuevos y libros viejos. Entre escritores. Con escritores. Vivos y muertos. Me vuelven loco los libros, aunque a veces me desharía de todos. De hecho, en Año Nuevo, imitando la tradición italiana de tirar cosas por la ventana para conjurar los malos espíritus y atraer a los buenos, lanzo uno a la calle. O más de uno, vigilando que no aterricen en la cabeza de un viandante.

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Estuve en la cárcel durante más de un año y medio por un delito de insumisión al servicio militar. Si ahora estuviera en la misma situación, no iría a la cárcel: haría mi prestación social sustitutoria y lucharía por la derogación del servicio militar obligatorio con la escritura y, quizá, con la acción política. Mi insumisión estaba inspirada por el pensamiento liberal/libertario de Thomas Szasz: yo era el único insumiso en abrazar el antimilitarismo por esa vertiente, pero eso ahora no viene al caso.


[Xordica Editorial]

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