Escombrera y glamour

La única revista que leo es una de moda que trae El País el sábado. La leo, desordenadamente, pero no dejo rincón de esa revista sin escrutar. Una semana da para algunos tiempos muertos en los que no sabe uno qué hacer con las manos y con los ojos. Y no diré que la leo en el retrete, hay vida lectora más allá del retrete. Tampoco hay mucho que leer en esta revista. Casi todas las palabras que usan son nombres de marcas de ropa o de perfumes o de zapatos o de modistos. Uno piensa que la gente sólo se viste ropa, y no, todo lo que visten tiene su firma, sea la firma la que sea y del precio que sea. Hasta la más cutre de las marcas es una marca, y parece representar esa pincelada estilística y hasta sofisticada del maniquí humano que la viste. Es como si en el vestirse hubiera primeramente una intención artística. Uno se viste como si pintara un mural. Las modelos salen con caras de desquiciadas y la camisa rota hasta el ombligo, la boca entreabierta, la mirada felina, como si estuviesen a punto de saltar sobre un corzo. Desde fuera el mundo de la moda es un poco absurdo; supongo que como todo. Todas las entrevistas y secciones tienen, claro, ese sesgo; qué ropa se pone la gente. Es fascinante. Y qué gente, todos tienen cientos de pares de zapatos, todos tiene esa manía de los zapatos. Una debilidad como otra cualquiera.

Para descansar de tanta moda publican alguna que otra página de tinte cultural. En una de estas entrevistan a una famosa artista. Digo famosa porque será famosa; todos los artistas tiene la obligación o el deber de ser famosos y famosas. Y mientras no se demuestre lo contrario lo son. Esta ha llenado un pabellón entero, el Pabellón de España en la Bienal de Venecia, de escombros. Lo importante no son los escombros, claro, sino lo que esos escombros quieren decir. Y esos escombros, esos cascotes, esos pedruscos, quieren representar el hartazgo de la artista por el exceso de construcción en todos los países. Ella está muy cansada de que todo el espacio esté demasiado "racionalizado". El comisario de la escombrera complica la explicación un poco más, para eso está: "Es tanto un cuestionamiento como una representación sobre cómo vivimos y cómo queremos hacerlo proyectando una conciencia reflexiva de la posibilidad de vivir de otra manera." Bien, pero para todo eso podrían haberse ahorrado la escombrera. Podrían haber puesto unos carteles que digan; Aquí 500 metros cúbicos de escombros de hormigón, de mortero, de ladrillo, de tejo; aquí no sé cuántos de arena, allí de tal. E incluso podrían haber señalado lo que todo eso significaría. Es decir, el rollo de la artista y si acaso una cuántas reflexiones del comisario.

Al final aclara en qué se gasta el dinero: "El dinero me lo gasto fundamentalmente en transporte y en pagar la carga y descarga, porque luego lo devolveré todo a la escombrera donde me los han cedido." Con eso parece decirnos: Tranquilos, si estos son cuatro duros, que son unos escombros de alquiler.

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