El aristócrata de la demencia


Quienes, como un servidor, disfrutan apasionadamente con el género gótico, sabemos que todo se basa en la atmósfera. Lo sabían Villier de L´Isle-Adam, Maupassant, Nodier, Dunsany, Le Fanu, Potocki… Crear una atmósfera de conflictos emocionales irresueltos, formas movedizas, sensibilidades enfermizas e intensas, escenarios misteriosos, destinos irreversibles. Ese algo indefinible es lo que sencillamente borda Thomas Ligotti en su libro de cuentos “Noctuario“. Ante nosotros tenemos un maestro que despliega todo un museo del misterio, un retablo infinito y antrópico lleno de dinastías de polvo, miedos primigenios, ciudades atacadas por la negrura, canibalismos rituales, marionetas letales, libros secretos y terroríficos, razas escondidas bajo la tierra. Thomas Ligotti es terror y metafísica, nihilismo y elipsis. Como ya hemos dicho: atmosférico. Su lectura es incómoda, desafiante, en ocasiones críptica, exactamente igual que esos textos milenarios que aparecen en sus líneas, donde yacen el absurdo de Beckett, la filosofía de Cioran, los sueños alucinados de Lautreamont, las líricas pesadillas de Meyrick, el pesimismo poético y narcisista de Kierkegaard. Tremendo el alucinado cuento “El extraño diseño del maestro Rignolo”, esencial la ausencia de contradicción de los innombrables seres que aparecen en “Otoñal”, inolvidables los sueños letales de ese niño en “El Tsalal”. En algunos relatos falla el final o alguna elipsis aquí y allá, pero el conjunto resulta tonificante y, para un asiduo lector del género como yo, inesperado. Recorran conmigo los larguísimos y sombríos pasillos de la imaginación de Thomas Ligotti;  nunca antes unos cisnes posados sobre la superficie neblinosa de una lago les producirán tanta inquietud, jamás serán tan conscientes de que la realidad puede no ser más que un mero simulacro. Sobre todo, escuchen, escuchen cuando el día se acaba y ni siquiera el fuego puede protegernos, a los innombrables de ese cuento indispensable que es “Otoñal”: “Todos los corazones vivos nos invocan con su miedo, y si las circunstancias son favorables respondemos”. 

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