Existen las PELÍCULAS “pequeñas”, pero eso no significa que no puedan ser grandes HISTORIAS. Porque desde la “modestia” de un presupuesto ajustado, un reparto sin grandes estrellas, una aparente simplicidad argumental y una duración de apenas 90 minutos es posible convertirse en una joya, un diamante en bruto, una sorpresa fílmica y narrativa en estos tiempos de mainstream, calcos, wannabes y mucha, pero mucha, tontería.
Escrita y dirigida por Alex McAulay, (La casa sobre el pantano) DONT’T TELL A SOUL (2020) reúne todos estos requisitos. Y lo hace desde la sinceridad de sus PROTAGONISTAS, Jack Dylan Grazer (It, Shazam) y Fionn Whitehead (Dunkerke), dos hermanos atrapados en una trama criminal surgida de la necesidad de conseguir dinero para la medicación de su enferma madre, cuya relación saltará en pedazos con el transcurso de los acontecimientos.
Tres ACTOS perfectamente diferenciados, un DETONANTE claro, dos PUNTOS DE GIRO de libro y suficientes PINZAS en el segundo acto para no dejar de sorprenderte según avanza la trama y un CLÍMAX a la altura de las circunstancias son los argumentos de su FUERZA NARRATIVA. Cuánto menos sepáis de ella, mejor. Echaríais a perder la experiencia. Eso sí, cuando la disfrutáis, llevadle la contraria al título, nos os la guardéis para vosotros, compartid y que lo sepa todo el mundo: DON’T TELL A SOUL es una puta maravilla…