El gusto de los otros, es el título de una película francesa dirigida por Agnès Jaoui, pero también es el título de la exposición de la artista Marta Barrenechea, donde explora precisamente eso, nuestro gusto para seleccionar los objetos de los que nos rodeamos, el sentido de lo estético subjetivo y el aceptado convencionalmente. La sensibilidad por los detalles, por las formas y los objetos de diseños, decorativos clásicos, y un ánimo por reinventarlos con un punto de irreverencia, parece uno de sus leit motivs. Se centra en el dibujo y la pintura sobre papel, un material con el que su obra adquiere también la dimensión de la fragilidad, y se proyecta el sentido cálido del tacto. También trabaja los tejidos, acolchados, sobre los que pinta como sobre un lienzo, muestra otra dimensión de lo pictórico y objetual al mismo tiempo, en un acercamiento por las formas y un guiño a lo supuestamente decorativo. Además trabaja la cerámica, lo cual pronuncia un acercamiento y retórica con respecto a formas artísticas clásicas, y también consideradas como artesanales, en una reconversión del objeto funcional en su paso hacia la etiqueta de arte. Porque la artista se inquieta por el sentido estético dominante, aquello que se considera bello por lo general, pero también aquello de lo que nos rodeamos en el ámbito de lo domestico, la decoración de casa, el gusto de cada época, las modas y los estilos representativos. Se interesa por el art brut, el arte de los locos, en una especie de liberación de la forma y del color muy personal. Encontramos un lenguaje que hace guiños a la propia historia de la representación, los signos por los cuales reconocemos el monte fuji, o reconocemos que un elemento está más o menos lejos o es más o menos importante según su tamaño. Hay ironía en su trabajo, pero también una pasión creativa con tendencia naif o infantil -en un sentido reflexivo y lúdico revalorizado-, por aquello que nos acompaña, estamos rodeados de cosas, y de modos de percibir.
Para hacer un poquito más especial la exposición, que podéis disfrutar hasta el 29 de marzo en la Galería Rafael Pérez Hernando, como suele ocurrir con Marta Barrenechea que se fija en los detalles, a modo de hoja de sala nos encontramos todo un regalo, un texto del escritor Rafael Casero, “No nos pertenecemos. Nada de lo que solemos llamar nuestro nos pertenece. Y lo sabemos. Nuestra voz es solo un eco; nuestras posturas, gestos y ademanes, meros reflejos; nuestras risas y lágrimas, que creíamos tan íntimas, el colmo de lo intransferible, resulta que llegaron brincando de semblante en semblante, a través de millones de semblantes, a colonizarnos boca y ojos. Uno se agota en la incesante búsqueda de sí, en la exasperante, la nauseabunda extrañeza de sí mismo. Pero si, de la mano de alguno de sus moradores, conseguimos un día asomarnos a las profundidades domésticas de un hogar que ya desde el vestíbulo nos recibe con un mueble o un adorno absurdo y feo, un adefesio disparatado que ofende nuestra sensibilidad, nuestro sentido estético, al instante caeremos rendidos, desarmados, perdidamente enamorados de la ingenua, palmaria realidad de la existencia ajena frente a la espectral y triste irrealidad de la propia”.
Marta Barrenechea, en el lugar donde aparecería un currículum convencional, nos propone en cambio, lo siguiente: “Marta Barrenechea declina cortésmente facilitar su “ridículum” e invita al espectador a fiarse sólo de su propio criterio”.
http://www.martabarrenechea.com
Por Violeta Nicolás