En 1990, una prostituta llamada Vivian (Julia Roberts) conoce en Los Ángeles a Edward (Richard Gere), un alto ejecutivo que contrata sus servicios por una noche. La cosa va a más, Edward paga la exclusividad de Vivian durante una semana para sumergirla en una vida de lujo y, tras superar los prejuicios de muchos, incluidos los propios, alcanzan un final de “vivieron felices y comieron felices”. En 2024, Anora (Mikey Madison) es una stripper de Nueva York que conoce a Vanya (Mark Eidelstein), un niño rico de origen ruso que le paga la exclusividad de una semana juntos, encuentros íntimos también incluidos, sumergiéndola en una vida de lujo, sexo, alcohol, drogas y diversión sin limites. Prácticamente el mismo punto de partida. Pero os aseguro que el desarrollo no tiene nada que ver, porque ANORA es una auténtica locura, un desenfreno visual y narrativo que cabalga entre la comedia, el cine de gángsters y la violencia a todo trapo. Una joya que se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y está nominada a 6 Oscars, incluidos Mejor película y director. Vamos al lío…
Dirigida y escrita por Sean Baker (The florida project, 2017), ANORA va mucho más allá de la gamberrada y la frivolidad que puede aparentar en un principio. Es perfecto el modo en que Baker es capaz de combinar todo tipo de géneros, sobre todo cuando Ani descubre el origen de Vanya, ese frívolo joven del que se ha enamorado, con unos padres cuyos negocios tienen pinta de todo menos legales y que envían a unos matones a Estados Unidos en su busca cuando se enteran de que se ha casado con una “chica alegre”. Pero incluso con esos matones Baker nos va a sorprender, rompiendo todos los estereotipos y dando pie a todo tipo de situaciones tan sorprendentes como sangrientas e hilarantes y giros de guion que dosifica a la perfección para que no te levantes del sofá ni mires el móvil durante 139 minutos que vuelan como los ángeles.
Mención aparte merece todo el elenco, prácticamente desconocido, en el que destaca Mickey Madison como la sufrida stripper (que es el personaje para lucirse) y, sobre todo. Mark Eidelstein como el niñato Vanya (que es el papel para odiar), un bocazas dispuesto a todo para pegarse la vida padre, sin importarle a costa de quién y cuya presunta rebeldía se mide con la distancia a la que se encuentra de su padres. Y entrañables matones con conciencia como lo fue Winston Baldry, el inolvidable personaje interpretado por James Galdolfini en The Mexican (2001). Sé lo que estáis pensando, que parece Tarantino. Y lo que os digo es: afortunadamente no tiene que ver. ANORA es un soplo de aire fresco. Otro tipo de bofetón. Una locura brillante, original y perfectamente musicalizado. Para emocionarse, reír y estremecerse. Un peldaño más en la carrera de un director que, a diferencia de otros, nunca se repite.
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