formats

Ladrones

En aquellos años de juventud primera, cuando nos iniciábamos en los misterios de la noche y amábamos la noche como se aman dos enamorados, al llegar el último fin de semana de marzo y con él el incomprensible cambio de hora, el disgusto era gordo, el ánimo indignado y avanzada la noche acariciábamos la tentación de la rebeldía, de la revolución. Nos robaban una hora. Una hora de noche. Una hora de noche de sábado. A las dos son las tres. Y esa hora robada, en esa juventud, era toda la vida. Hoy, sin embargo, a las diez ya estoy en la cama con mi hijo León, no me enteraré del atraco y, además, los relojes han aprendido a cambiarla ellos solos, nos han vuelto prescindibles, olvidadas quedaron las diminutas ruedecillas que movían las manecillas.

Le digo a León que tenemos que dormirnos rápido, que esta noche tiene una hora menos, que vendrá un ladrón para robárnosla. Me responde que, entonces, va a quedarse con los ojos abiertos para pillar al ladrón cuando aparezca y no dejar que se la lleve. Cuando por fin se duerme, yo ya me he desvelado y me quedo pensando en todos los ladrones que nos roban el tiempo.

Nos roba el tiempo comprobar los marcajes para asegurarnos de haber cumplido con la jornada laboral; esos recuerdos que no son más que lastres que nos impiden seguir, avanzar; las esperanzas estériles y el temor por lo que aún no ha sucedido; nos roba el tiempo tender la ropa, esperar a ser atendidos en el banco, que llegue tu turno en la carnicería, la cola en los servicios de los bares, los telediarios, leer los prospectos de los medicamentos, revisar la letra pequeña en los contratos, los semáforos en rojo cuando no pasa nadie, los controles en los aeropuertos.

El rencor, que es un sentimiento rancio, nos roba el tiempo; la soledad que no es buscada, la compañía mal elegida. El olvido feroz es el peor ladrón, porque roba con violencia en las almas. Perder algo, buscarlo, tal vez, encontrarlo. Nos roban el tiempo los malos entendidos, las palabras vanas, las mentiras, los deseos en los que no ponemos la voluntad de hacerlos realidad. No terminar las cosas, dejarlas a medio. Abandonar. No saber abandonar; la indecisión, perder la ocasión, no coger a la fortuna por los pelos; los espejos, el ombligo, mirarnos demasiado; no decir a tiempo, callar, esos silencios. Nos roba el tiempo la envidia que nos corrompe el corazón.

No perdamos el tiempo. 

Salud.

www.oscarmprieto.com

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *