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Prohibido suicidarse

Cuidado si tus estados de ánimo en las redes son repetidamente «pesimistas». Si compartes contenido «deprimente». Imágenes «oscuras». O canciones «tristes». Porque Facebook puede activar un protocolo de emergencia. Considerándote un suicida en potencia.

Y eso, claro, está muy mal visto.

Y da muy mala imagen…

Lo más preocupante del asunto es que quien podrá pulsar el «botón de alarma» será uno de tus «amigos», que ya sabemos que en la red son todos muy íntimos y muy, muy de fiar. Esa persona que te conoce tan bien notificará a Facebook que tus publicaciones podrían esconder una tendencia suicida. Y así, sin comerlo ni beberlo, recibirás un mensaje que dicen solo verás tú (pero han escrito ellos, de modo que lo ha visto el ciento y la madre…) y que rezará algo así como:

Hola, Fulanito. Un amigo tuyo cree que puedes estar pasando un mal momento y nos ha pedido que analicemos tu último post.

Donde puedes haber escrito algo tan «preocupante» como: «Joder, vaya día de mierda…»

Y hemos pensado que necesitas ayuda…

Ellos, que son un gabinete psicológico a nivel global, no una multinacional cuyo objetivo es ganar dinero…

Estas son las opciones que te ofrecemos…

Un chat con alguien que superó un intento de suicidio, una serie de consejos para que alejes esos malos pensamientos de tu cabeza…

Y tú fliparás en colores mientras quedas marcado de por vida en una de esas bases de datos en las que se registra todo tu comportamiento «social».

De momento, la herramienta, a modo experimental, «solo» está disponible en Estados Unidos e Inglaterra.

Por curiosidad he buscado «suicida» en dicha red social. Y es increíble la gran cantidad de perfiles o grupos que contienen esa palabra. Algunos, «escalofriantes». Como «Suicida Homicida». Si yo fuera él (o ella) me lo cambiaba de inmediato. No vayan a irrumpir los SWAT en su casa. O acabe interno en un sanatorio mental.

Por si acaso.

Como en Minority Report.

– Que yo no quiero suicidarme…

– Pero lo has pensado…

– En serio, que no…

– Por si las moscas.

Supongo que antes que tomar estas medidas «preventivas» estaría bien dar prioridad a otras de carácter «educativo». Porque estoy convencido de que convertir el Ajedrez en asignatura en los colegios es muy acertado y merece líneas y líneas en los periódicos y minutos y minutos en radio y televisión.

Pero si queremos evitar que alguien publicite en las redes su inminente suicidio, generalmente adolescentes, quizá sería más útil que estas generaciones nacidas en plena revolución tecnológica recibieran orientación para saber aprender a administrar su uso. Relativizar su importancia. Y minimizar el impacto. Conocer las consecuencias que puede tener en su vida la obsesión por estar presente en las redes, el miedo a creer que si no estás en ellas no existes, que si no tienes un número determinado de seguidores eres un fracasado, que tu vida es un reality show y la población mundial… tu audiencia.

Siempre que hablo del tema con alguien surge la teoría de los quince minutos de fama de Andy Warhol para intentar justificar tanta estupidez. Pero, como dijo David Cronenberg en una reciente entrevista, el problema no es que en la actualidad cualquiera pueda tener quince minutos de fama, si no que puede, y quiere, ser famoso las veinticuatro horas del día.

Esa es la lección que están aprendiendo los jóvenes.

Jaque.

Además de, en breve, jugar al ajedrez.

Mate.

 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Estoy totalmente de acuerdo con tu artículo pero, a veces para comprender la realidad (y cambiarla a su vez) vamos a posicionarnos en la piel de la otra persona. Me explico, mediante la explicación de un cuento (metáfora) leído en una clase de Educomunicación (ya que me has recordado a dicha clase), en este caso: la falta de proteínas, el cansancio o la desnutrición pueden dar lugar a la desmotivación personal; y, en ocasiones, para luchar contra semejante realidad hay que invertir el proceso para llegar a la solución que esperamos. Es decir, en vez de ignorar el síntoma o el problema, que es demasiado fácil pero nada efectivo (sólo a veces), hazle creer a esa persona que su problema es real por muy incierto que sea pero, a su vez, parte de esa realidad ficticia para mostrarle unos motivos que le conducen a lo que sería tu realidad, solución, conclusión… o como lo quieras llamar.

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