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Inter Estrellar

Dícese del acto del crear algo con el objetivo de alcanzar el Olimpo de los Dioses… pero acabar estrellándose al poco de despegar, perdido en un triste punto intermedio de la nada.

O como se dirá a partir de ahora, «hacer un Nolan».

La causa: abandonar el oficio de cineasta, o lo que es lo mismo, narrador de historias, por querer convertirse en visionario. Y así, aunque las intenciones sean tan comprensibles como los motivos (todos somos susceptibles de sufrir un ataque de megalomanía en algún momento de nuestra vida) el vehículo no hay quien se lo trague. Por pomposo, artificial y vanidoso.

Lo que ha hecho Christopher Nolan en Interstellar es acumular tópicos más vistos que el tebeo y darles un barniz de trascendencia, filosofía barata y mensaje humanista que bien podría ser el origen de un nuevo culto sucesor de la Cienciología.

– La humanidad en peligro por la ausencia de recursos naturales, de lo que Nolan solo explica sus repercusiones en una pequeña comunidad agrícola para ahorrarse las imágenes apocalípticas a las que ya estamos acostumbrados.

– Una misión espacial y suicida para salvar a nuestra especie comandada por un as del pilotaje que ahora se dedica a otros asuntos menos atractivos. ¿Os suena?

– Continuando el trabajo de otros valientes con los que se ha perdido el contacto hace tiempo (Sunshine, Misión a Marte…).

– En compañía de su correspondiente tripulación y un robot que habla y se comporta como un ser humano (incluso hace chistes, como Bumblebee, el «simpático» Transformer amarillo…).

– Y una hija que, desde el principio de la película, siente la presencia de un «fantasma»…

Entonces la nave despega, empieza el viaje…

Y esperas que Nolan te cuente lo que ya sabes:

Padre + hija + misión suicida + fantasma = X

Porque, por mucho que lo adorne con física cuántica y agujeros de gusano, solo se trata de eso. De resolver una simple ecuación.

Llámalo espacio tiempo.

Llámalo 5ª dimensión.

Llámalo X.

O llámalo Muerte.

Para, con un desenlace de los que tan bien se le daban a Shyamalan (ése que en lugar de quintas dimensiones veía sextos sentidos) intentar dejarnos con la boca abierta en una secuencia con el protagonista rodeado de libros en una biblioteca inconsciente tristemente heredera de aquella tan lamentable que nos brindó Lawrence Kasdan en El cazador de sueños. Y Jessica Chastain gritando «¡Eureka!» (no hay por dónde cogerla) a un Topher Grace que pasaba por allí (qué pena que Nolan te contrate para una película y no tenga en el detalle de construirte un personaje).

Tan preocupado estaba Nolan en sorprender con esta peli que se guarda en la manga la participación de una estrella de Hollywood con más protagonismo y metraje que otros nombres que sí se han utilizado en la promoción de la película. ¿Para qué coño, Nolan…?

Y sí, los efectos especiales están muy bien. Pero cuando Kubrick te mostraba una nave girando en el espacio nunca habías visto nada igual. Y además  te preguntabas cómo lo habría hecho. Ahora, que has visto tantas, y haciendo cosas más originales, sabes que Nolan lo ha hecho con un ordenador. Aunque él te enseñe el vuelo de otras naves poniendo la «cámara» en un lugar distinto al habitual». Y, sin embargo, te muestre una estación espacial idéntica a la de Elysium (creo que Matt Damon salía en ésa…). Y con la misma misión.

Que sí, Nolan, que sí, que el amor trasciende el espacio y el tiempo.

Llámalo X.

O llámalo Muerte.

Y tened paciencia, porque si salís del cine bufando y diciendo «joder, vaya mierda..» siempre habrá quién te diga que no la has entendido porque no es una película para el gran público.

Cuando el problema es precisamente ése, que Interstellar es más simple que el mecanismo de un chupete.

De hecho creo que va a convertirse en asignatura en Yale.

Por mucho que pretendan que piensen lo contrario.

 

 

 
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2 de respuestas

  1. Manuela

    «Culturam-as-trellada» Basura de crítica. Dedícate a otra cosa, o nada que es lo mismo.

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