“Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: no hay nada nuevo bajo el sol”. Así lo dijo el Eclesiastés y así lo comprobamos cada día en el acontecer de los seres humanos y en sus ocupaciones. También hoy.
Numa Pompilio fue el segundo rey de Roma, sucesor de Rómulo. Gracias a su carácter piadoso y a su astucia, logró apaciguar los ánimos desenfrenados de sabinos y romanos. Gran legislador, les dio leyes y organizó la religión así como otros aspectos de la vida ciudadana. No lo tenía fácil, pero contaba con su inteligencia y el conocimiento de los hombres para conseguirlo. Así, nos dice la leyenda que por las noches se alejaba él sólo caminando y se adentraba en un bosque sagrado en el que había una cueva y una fuente de agua fresca. Él entraba en la caverna e intencionadamente pasaba allí unas cuantas horas, mientras que el miedo asaltaba a todos los que le esperaban en la ciudad. Cuando Numa regresaba, les contaba que había estado hablando con la ninfa Egeria sobre la situación de Roma y sobre la manera de administrarla mejor y que era la propia ninfa quien le dictaba al oído las leyes que él les traía. Siendo así, todos le veneraban y obedecían y su reinado fue pacífico. El propio Maquiavelo ensalza la sabiduría política de Numa.
Unos siglos antes, Moisés también dio las leyes a su pueblo y también recurrió a una autoridad más elevada que la suya para que todas las respetaran y cumplieran. Habían salido de Egipto y el duro peregrinar por el desierto hacía mella en los ánimos de las gentes que comenzaban a sublevarse. Entonces Moisés subió al Sinaí y conoció a Jehová “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel”. Y descendió de la montaña con las Tablas de la Ley y todos le obedecieron porque veían que la piel de su rostro era resplandeciente y sabían que era Jehová quien así lo ordenaba.
Hay más ejemplos en la Historia, que demuestran la eficacia de recurrir a una autoridad superior, ya sea ninfa o dios, para sancionar las leyes y conseguir que a quienes van dirigidas las obedezcan. Este tipo de normas se conocen en la Filosofía del Derecho como heterónomas, pues están dadas por un sujeto distinto al que debe cumplirlas. En caso de que las normas fueran aprobadas por los mismos sujetos hablaríamos de normas autónomas.
Seguramente, Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, habrá tenido noticia de estas lecciones que se encuentran en la Historia y crea que puede sacar provecho de las mismas, aplicándolas también él a su pueblo, pues al parecer los ciudadanos venezolanos, al menos una parte de ellos, andan con ánimo levantisco y revolucionado. Cría revoluciones y te sacarán los ojos.
No voy a discutirle la razón al Eclesiastés, no soy tan osado, cuando dice que “lo que es ya ha sido y lo que será ya fue”, si acaso añadir el matiz de que tengo la impresión de que con cada repetición la realidad repetida se presenta algo más degradada, hasta llegar a la caricatura de sí misma, de lo que fue. Esto es lo que he pensado al leer que en la celebración del que hubiera sido el 60 cumpleaños de Hugo Chávez, en Barinas, el bolivariano sucesor Maduro, tuvo la suficiente templanza para decir si sombra de burla o risa que: «Les voy a confesar que por ahí se me acercó un pajarito, otra vez se me acercó y me dijo (…) que el Comandante (Chávez) estaba feliz y lleno de amor por la lealtad de su pueblo (…) debe de estar orgulloso»
Me quito el sombrero ante este gran histriónico que, para rematar añadió que el pajarito le había pedido que no se lo contara a nadie, por lo que él a su vez les pedía a todos los presentes que por favor tampoco lo contaran. Pero no es la primera vez de la que tenemos constancia de estas conversaciones que el Presidente mantiene con el pajarito “chiquitico”, pues debe tratarse del mismo que le bendijo antes de emprender la campaña electoral que le llevaría a la jefatura de la República Bolivariana de Venezuela. De esta manera, Nicolas Maduro se suma a la lista de los grandes caudillos que a lo largo de la Historia han sabido liderar a sus pueblos inspirados por potencias sobrehumanas. Dios nos libre de todos ellos. Ya lo decía Jorge Santayana: “Quién no conoce la Historia está condenado a repetirla”. Y lo malo es que con cada repetición, cada copia llega más degenerada.
Qué no habría hecho Valle-Inclán con un personaje como este. “Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato […]. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”.
Salud