El contraste es el camino por el que la inteligencia humana se abre paso en su afán por comprender este mundo nuestro. Hay quien opina que gracias a la oscuridad conocemos la luz y también hay quien se consuela en los malos momentos pensando que si no fuera por ellos no disfrutaríamos tampoco de la verdadera alegría. Sin embargo no es de teoría del conocimiento sobre lo que quiero hablar ahora, ni tampoco levantar una teoría de los sentimientos morales. Ha sido una coincidencia periodística la que me ha sentado aquí y me refiero por coincidencia a la aparición en un mismo día, en el mismo periódico y en páginas tan cercanas dos noticias cuyo contraste resulta tan impactante como el encontrarse con el sol de cara al salir de un túnel. Cuando esto sucede uno queda tan perplejo que por unos instantes no ve nada, no se entiende nada, igual que un boxeador cuando recibe un buen gancho y se dice que queda asonado, perdido el sentido de la realidad.
Hay noticias que por sí solas resultan evidentes, cristalinas en su claridad pero que sólo en el contraste adquiere su auténtica dimensión la parte de verdad que encierran. Por ejemplo, leer que mil millones de seres humanos padecen desnutrición, es una noticia dolorosa, pero si, en el mismo titular se incluye que otros mil millones de seres humanos padecen sobrepeso, al leerlo, salvo que uno sea una ameba, algo se tiene que romper por dentro. Por desgracia, en lo que a sensibilidad se refiere, cada día estamos más cerca de las amebas que de lo propiamente humano que, precisamente, se debiera definir por la empatía y la compasión hacia el sufrimiento de nuestros semejantes.
Pero tampoco es el mal reparto, el injusto reparto, el motivo de estas líneas. El camino que ha seguido mi reflexión ha comenzado en Pisa y ha terminado a las puertas del estadio Vicente Calderón.
Pisa ha pasado de ser conocida por su celebérrima torre inclinada, a serlo por su temido informe, que nada tiene que ver con la ciudad, pero que así se conoce, Informe Pisa, por las siglas en inglés: Programme for International Student Assessmente. Dicho informe es el resultado y las conclusiones de evaluar cada tres años y mediante una serie de exámenes el nivel de conocimientos –competencia de lectura, matemáticas y ciencias naturales- de estudiantes de 15 años en los países de la OCDE. Digo temido porque muchos ministros de educación temen que les saquen las vergüenzas a sus sistemas educativos y que todo el mundo se entere del fracaso.
Tal debería ser el caso de los ministros de educación españoles, pues en el último informe hemos quedado por debajo de la media, como en los anteriores, con 484 puntos, muy lejos de los 603 de Shangai y de los 541 de Bélgica, primero y segundo respectivamente. Sin embargo esta noticia por sí sola no me hubiera llamado especialmente la atención. Uno ya está curado de espantos y acaba acostumbrándose, además, si no se preocupan las Autoridades competentes (me refiero a las que tienen transferidas las competencias, no quiero equívocos, en el otro sentido me temo que son absolutamente incompetentes si no han sido ni son capaces de enderezar este entuerto) ni tampoco los padres, que voy a hacer yo si no tengo autoridad alguna ni tampoco tengo hijos.
Uno sale del letargo en el que está sumido, cuando en las páginas siguientes se encuentra con la noticia de que, por fin, ha llegado el día del concierto que dará en Madrid un grupo musical, del que hasta ese momento, yo ni siquiera conocía de su existencia: One direction. Es como una bofetada en el sentido común, acabar de conocer los paupérrimos resultados de nuestros jóvenes en el informe y minutos después leer que algunos de estos jóvenes, que por edad coinciden con los que han sido avaluados, llevan casi dos meses haciendo cola a las puertas del estadio Vicente Calderón, acampando día y noche, para poder entrar los primeros al concierto y estar así más cerca de sus ídolos.
La noticia fue repetida hasta la saciedad incluso en los telediarios, que hicieron buena cobertura de tal gesta, entrevistando en directo a niñas y a padres, todos ellos ufanos por lo que habían hecho. Dos meses, mañana, tarde y noche, haciendo cola, turnándose madres e hijos, amigos, parientes lejanos, para poder entrar los primeros al concierto. Se les veía felices, orgullosos, un poco héroes. ¡Qué importaba el Informe Pisa! ¿Qué es eso del Informe Pisa? Además, han salido en los telediarios y eso es mucho mejor que tener unos conocimientos matemáticos básicos. Por supuesto.
¿Qué se puede decir después de esto? Que es cierto que sólo hay una única dirección, pero que toda dirección tiene dos sentidos. Si cobramos sentido de la gravedad de la situación y de la decisiva importancia que para una sociedad, incluso para su supervivencia, tiene la educación y la formación de los jóvenes, quizás no esté todo perdido aún. Si seguimos el sentido de la dirección que lleva hasta las puertas del Calderón –en sentido metafórico, claro, que yo soy del Atlético-, sin duda vamos directos al precipicio.
Estamos cerca ya.
Salud