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DE PROTESTAS, BIBLIOTECAS Y CAFÉS

Lo cierto es que estamos llegando a un punto en el que la gente protesta por todo. Barra libre de protestas. Y claro, mientras se protesta ni se piensa ni se hace. Y así, me temo, no se arreglan las cosas.

.- ¡Protesto!

.- Denegada.

Un grupo de padres protesta por el cierre de la biblioteca del distrito, llevando a sus hijos a estudiar a una cafetería (más o menos este es el titular, que al final es lo que se busca).

Vayamos por partes.

.- Hagan pasar a las bibliotecas, por favor.

A lo largo de 16 cursos cursados en la universidad, he logrado hacerme una idea bastante aproximada de la realidad y naturaleza de las bibliotecas. Son unos lugares estupendos para distraerse y no estudiar. A mí, personalmente, me encantaban y lo siguen haciendo, porque tengo una decidida vocación por las mujeres (siempre he tenido claro que son la única chispa de divinidad que quedó olvidada en este planeta nuestro), y las bibliotecas son lugares propicios para contemplarlas sin correr excesivos riesgos. Una especie de Serengueti sin África.

Recuerdo que yo me dedicaba a poner en práctica los sabios consejos que Kierkegard legó a la posteridad en su “Diario de un seductor” (En deuda estoy con Faimino y Cansado, fueron ellos quienes me descubrieron a este pensador: “¡Qué va, qué va, qué va! ¡Yo leo a Kierkegard!). Los intentos se contaban por fracasos, pero era mucho más divertido que estudiar. Para estudiar era más provechoso encerrarme en la habitación sin distracciones.

Por lo que se refiere a las cafeterías, tengo que decir al respecto que sí se me ocurre una objeción: mejor lleven a sus hijos a un café. Las cafeterías son a los cafés, lo que el chocolate con leche al cacao puro: un sucedáneo.

Contaba Umbral, hablando sobre Valle-Inclán, la importancia que los cafés habían tenido en la biografía de Don Ramón María, en su vida y en su obra también. Decía que el español no puede hablar en la oficina y en casa no le dejan, pero claro, ese señor no puede irse a la cama sin contarle a nadie todas las ideas que bullen en su cabeza ¿Qué hacer entonces? Pues se baja al café. Porque en el café se opina, se discute, se apuesta y, finalmente, se arregla el mundo, cada tarde, en cada tertulia.

Así que menos protestas y más cafés.

Por mí, como si cierran todas las bibliotecas o, aún mejor, como si las queman. Igual que quemó la de Alejandría el Califa Omar.

¡Qué gesto!

Con un par.

Salud.

Oscar M. Prieto

 

 
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8 de respuestas

  1. Muy bueno, un saludo a todos los que hemos pasado la tarde en la biblioteca de la facultad, observando la fauna, colocando apuntes, subrayando, etc…

  2. Gracias, Carlos.
    Y de las bibliotecas que habrían toda la noche ya no digo nada… Recuerdo con especial cariño la de Conde Duque.

  3. Gonzalo Ugidos

    Yo de bibliotecas, poco. Ahora, de café, un huevo. Balzac era un yonqui de la cafeína y si no se metía varios litros diarios no escribía ni una línea, la palmó por sobredosis; pero de los colocones salieron 85 novelas estupendas que si pasaron de las musas al teatro fue por la adicción del autor a la cafeína. Sin una ingesta de caballo, simplemente Balzac habría sido un mierda. En su «Tratado de los excitantes modernos» dice: «El destino de un pueblo depende de su nutrición. Los cereales han creado los pueblos artistas. El alcohol ha aniquilado las razas indias. Rusia es una aristocracia sostenida por el alcohol. Y el abuso del chocolate ha sido la causa de la decadencia de la nación española, que, en el momento del descubrimiento del chocolate, estaba a punto de reconstruir el imperio romano».

  4. Juan Jo

    Después de sentenciar un tal Jorge Luis Borges: “siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de Biblioteca”, cualquiera se va al infierno a ver como queman los libros. La estancia en las bibliotecas la justa, pues quien en ellas se encierran durante mucho tiempo nunca terminan de leer el libro de la vida, uno de cuyos capítulos cumbre transcurre en los cafés, en los que precisamente Valle y otras ilustres plumas encontraban el sosiego necesario para desactivar sus inquietudes. Por cierto, el título de la Caja homenajea a Don Ramón María, ejercitado en la tríada, como aquella que definió a Madrid como “brillante, absurdo y hambriento”.

  5. Oscar

    Bien, como era de esperar, los comentarios y los comentaristas superan los textos y me alegro por ello. Si no fuera así, ¿en qué habría quedado la Historia del Pensamiento? En nada.
    Gracias a quienes enriquecéis esta Caja nuestra y ánimo a los demás para dejad vuestros comentarios.
    Salud

  6. Y sin embargo, aquí, siempre a mí lado, la valiosa lección de Bertrand Russell:
    «No dejéis nunca de protestar; no dejéis nunca de discrepar; de haceros preguntas, de discutir la autoridad, los lugares comunes, los dogmas. No existe la verdad absoluta. No dejéis nunca de pensar. Sed la voz fuera del coro. Sed el peso que incline el plano. Un hombre que nunca discrepa, es como una semilla que nunca crecerá»

  7. Alicia Nistal

    BRILLANTE tu artículo!!!! has dado en el clavo!!! Esto que tu has observado, lo llevo viendo yo años…..En esta caso habría que decir «si los/as bibliotecarios/as hablásemos». Nosotros siempre hemos reivindicado que las bibliotecas no son salas de estudio. En una ocasión,hasta llegaron a publicar en un periódico, que nuestra Biblioteca era la culpable de muchos suspensos por haber mantenido un horario reducido (5 horas) durante las vacaciones de Navidad

  8. Mª Luz López Carrasco

    Por lo que a mí respecta, tengo que decir que después de 15 años detrás de una barra (poniendo cafés) han pasado gente estupenda y no tanto y de cada una de ellas voy aprendiendo día a día, lo que quiero y no quiero ser. Una parte importante de como soy, lo debo a vosotros.
    Gracias por nutrir mi vida como lo haceís, que cuando las cosas salen del corazón, no hay barreras que puedan con ellas.
    Camarera de la Rey Juan Carlos de Fuenlabrada.
    Saludos

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