Os voy a recomendar un artículo que leí la semana pasada en El País (ver aquí: Leyendo Pantallas). Creo que aporta una visión muy interesante, y muy actual, sobre lo que leemos, y cómo lo leemos. Habla de la diferencia entre la prensa escrita y los periódicos digitales, también de la diferencia entre leer un libro y tener una pantalla delante donde se supone que hay un libro (un kindle, un ebook, incluso un móvil de esos de última generación con sus pantallas enormes).
La clave de todo, a mi entender, es la disposición que nos provoca un medio u otro.
Vaya por delante que a mí me parece increíble el cambio que se está produciendo, en muy poco tiempo, de los hábitos de lectura. Twitter ha inventado una nueva forma de comunicación, y lo más alucinante de todo, es que lo han conseguido con la limitación de 160 caracteres (creo que es algo menos, incluso), impuesta por el origen de esta aplicación, que debe su limitación a los SMS. Precisamente esa limitación es la que le ha dado el sentido. Mensajes cortos, directos, cargados de sentido y humor en muchas ocasiones. Buceo por los tuits de la gente a la que sigo (es mucha, con la cuenta de @Danzamalditos), y compruebo que la gente tiene una creatividad y un sentido de la oportunidad dignos de elogio. Yo en esos ámbitos me manejo algo peor. Si de lo que hablamos es de periódicos, entonces es donde creo que salimos perdiendo. La prensa escrita está herida de muerte, y eso sí que es una pena. Porque la disposición que tenemos ante un periódico abierto, tal como dice el artículo, es completamente distinta a la que nos ofrece una pantalla cargada de publicidad, y en la que parece que solo valen los “breaking news”, los grandes titulares vacíos por dentro. Estaréis conmigo en que no tiene nada que ver ponerse un domingo por la mañana con el periódico mientras desayunas o te tomas el aperitivo, con echar un vistazo a las páginas webs de los diarios. El problema, en este caso, es que el contenido y la perspectiva que te puede dar un periódico escrito está a años luz de lo que te ofrece ese mismo periódico, pero en digital. Las redes sociales nos aportan un mecanismo increíble para la comunicación, para compartir, para conocer gente, para crear opinión, para dar a conocer negocios o habilidades a multitud de gente a la que hace apenas cinco años era imposible llegar. Esto es muy bueno, es positivo, estamos mejor que antes.
Pero la prensa digital es basura, es mentira, es pura fachada y, cada vez más, una excusa más para vendernos publicidad. El “recuadro” en el que está metido El Pais digital, por poner un ejemplo, cada vez es más pequeño. Da la impresión de que esta página web se está convirtiendo en publicidad, pero con alguna noticia. Pasa lo mismo con los demás periódicos. El ABC ha llegado al límite. Muchas veces aparece la portada, y de pronto se desmembra y aparece el anuncio de un coche, con el sonido a todo trapo. Indignante. Claro, “como es gratis”. Pero ¡qué coño gratis! Nada es gratis. Si por ser gratis tengo que leer noticias superficiales, apenas contrastadas y tragarme mil anuncios, pues prefiero pagar. Gratis también parecen los periódicos deportivos digitales, ¿verdad? Pues no lo son. Tenemos que pagar el fichaje de los “Ronaldos” de turno entre todos. Entonces, en lugar de ser un periódico deportivo, es un panfleto donde se leen opiniones de jugadores de futbol, y donde se pueden leer noticas del tipo “Marcelo se saltó ayer un ceda el paso y resulta que no tenía puntos en el carnet”. Esto salió esta semana. Noticia de alcance, señoras y señores. Y además de en Marca, también lo vi en elmundo.es. ¿Eso es lo que queremos, solo porque es gratis? Eso es lo que tenemos, mejor dicho, eso es lo que nos dan. También nos dan mucha otra información, pero no la vemos. Pasa desapercibida. Hay reportajes estupendos, suplementos dominicales, de literatura, económicos, pero que están escondidos a dos o tres “clicks de ratón” de la portada, demasiado lejos, y nunca llegamos. No nos interesa. Además, si dejamos de comprar la prensa escrita, todos esos artículos escondidos, que son los que de verdad interesan, los que podemos leer en el Babelia, en el Viajero, en el dominical, en el suplemento de moda o economía, desaparecerán también. Y nos quedaremos con un montón de breaking news publicados por becarios
Hablemos ahora de los libros.
El otro día un amigo me hablaba de “La caída de los gigantes”. Que vaya rollo, que si tiene más paja que los campos de Castilla, y que no veas la de páginas que me voy saltando hasta que llega algo interesante. Claro, lo hace con un ebook y, esto no lo sé, pero supongo que ese libro se lo habría “bajado” gratis. No voy a entrar ahora en esto último, pero sí en lo anterior. Tengo una pantalla, y tengo mil cosas que hacer. Necesito leer algo interesante, así que le doy con el dedo para pasar páginas y páginas (virtualmente, claro), hasta que encuentro algo de chicha. Eso no es leer, amigos. Eso es hojear (ignoro el palabro adecuado cuando hablamos de pasar páginas en un ebook). ¡Eh! Pero yo tengo un ebook y me he bajado “mil” libros gratis. Otra vez el gratis. Mil libros no te los vas a leer en tu vida, machiño. En fin, yo creo que un libro físico te da otras sensaciones. Estas tú y el libro. En un tren, en el metro, en un parque. Lees de verdad. No pasas páginas, no hojeas hasta que ves algo interesante. Claro que, volviendo a “La caida de los gigantes”, y perdón por hablar de un libro que no me he leído, si es cierto que la mitad es paja, pues con un libro de verdad la paja seguirá siendo paja. Yo considero bueno un libro cuando desde la segunda frase me está vapuleando, me está dando ostias (por decirlo finamente), y sigue así hasta la última frase. Si nos topamos con un libro así, pongamos “Música para camaleones” de Truman Capote, nos metemos en él, captamos todo su sentido, aprendemos, nos reímos, nos toca de verdad. En papel lo podemos tocar, oler, manchar, subrayar, releer, lo podemos prestar, regalar, dedicar. En digital, incluso este libro del que os hablo, que es lo mejor que me he leído últimamente, seguramente ni lo terminaríamos. Ahí están las estadísticas. La gente no se acaba los libros digitales. Vuelvo otra vez a lo mismo: la disposición que nos provoca un libro físico, o un periódico, frente a la que nos provoca una pantalla.
Bueno, creo que esto no da mucho más de sí. Ah, este artículo que os comento lo leí en papel, y fue al leerlo cuando me di cuenta de que no le faltaba razón al tipo que lo escribió (Jose Antonio Millan se llama). No penséis que soy un conspirador contra los dispositivos digitales ni nada de eso, era simplemente una reflexión sobre la reflexión de otro tipo. Así estamos hoy, reflexionando que da gusto.
Van ya cuatro artículos sin hablar de mis libros. Ya sabéis lo que os espera la próxima semana. Hasta entonces, que sean felices.