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MAL DE MUCHOS…

Dicen que quien no se consuela es porque no quiere.

Y yo digo que quien lo hace es porque no tiene más remedio.

Porque es un cobarde…

O quiere evitar conflictos.

Para el caso es lo mismo…

Porque le han ganado la partida y prefiere bajar los brazos…

Porque levantarlos solo le buscaría más problemas… a no ser que los levante para reventar un par de cabezas. Y claro, entonces desaparecería el problema, pero aparecería otro aún mayor…

Debe ser toda una experiencia que te metan en la cárcel.

Y seguiría perdiendo la partida por mucho que quien se la había ganado esté criando malvas o en el hospital, babeando, comiendo potitos y con una sonda metida por el culo.

“La paciencia tiene un límite”, decía George Jackson, “llévala muy lejos y se convertirá en cobardía”. Condenado con 18 años en 1960 por ser supuesto cómplice de robar 70 dólares. Murió en la cárcel en 1972. Disparado por guardias de seguridad del presidio que, según dijeron, intentaba escapar. La autopsia reveló que un disparo en la espinilla le hizo caer al suelo. Después recibió una bala en la espalda. A quemarropa.

Una ejecución.

Que sirvió de consuelo al culpable…

Se trataba de un preso especialmente incómodo por sus críticas al sistema.

Porque nadie lo consideró como tal.

Que estaba tocando demasiado los cojones.

Al menos, con poderes para condenarle por ello.

¿A quién le importaba un presidiario negro menos?

Porque así funciona esta sociedad donde los mequetrefes, pusilánimes y mediocres no sufren las consecuencias de sus “disparos”, porque los que están por encima lo permiten. Y resulta de lo más comprensible.

Qué coño. Si tienes poder… ¡pon un mediocre en tu vida!

Te lame el culo, no protesta y cuando necesites a alguien que se manche las manos, tranquilo, que ya encontrará a algún gilipollas para que lo haga, sin levantarse, eso sí, nunca de la silla, incubando esos huevos que Dios le ha dado y esperando el milagro de que un día, por arte de magia… ¡se manifiesten!

Sabes que ese mequetrefe te va a poner a caer de un burro a tus espaldas… pero te da igual. Porque para ti es menos dañino que el puñetazo de una babosa. No tanto para los que están debajo, contra quienes proyectará toda la mierda. Delegando en ellos la toma de decisiones. De ese modo, si el “disparo” es acertado, se cuelga la medalla. Y si es una cagada, le endosará el marrón a otro. El problema es de quien malinterpretó las “instrucciones”. Por eso nunca se dan por escrito.

Y a vivir, que son dos días…

A veces intento ponerme en la piel de estos elementos e intento imaginar cómo sería entender la vida como la entienden ellos, justificarlos a través de las teorías del Doctor Zimbardo en El efecto Lucifer… pero no puedo.

Porque prefiero consolarme pensando que yo nunca me comportaría así.

Y sé que Zimbardo se descojonaría en mi cara.

Porque son cosas que no dependen de la persona… sino de la SITUACIÓN.

“Cambia el medio y cambiarás al hombre”, decía también George Jackson.

Aunque no tenga huevos…

O precisamente por eso…

Porque la frustración por la ausencia de talento, alimentada con la fantasía de poder, y enfrentada con los no tienen poder pero sí talento… pero están por debajo… fomenta otro tipo de consuelo…

A costa de los demás…

Cuando se las ven con un elefante al que no se enfrentarían ni con un tanque…

Porque, repito, como mequetrefe, sus cojones aún no se han manifestado…

Pero, ¿quién coño necesita echarle cojones a plantarse delante de un elefante, apuntarle y disparar con la esperanza de dejarle tieso antes de que te pise la cabeza… cuando puedes quitártelo de en medio encerrándole en un campo de minas?

Ves en un monitor cómo sus trozos se esparcen por la sabana… y no has tenido que hacer absolutamente nada.

Seguramente porque eso es lo único que sabes hacer.

NADA,

Y a nadie le importa una mierda.

Ya habrá alguien abajo que entierre las minas…

Lleve al elefante hasta allí…

Y carroñeros que se coman los pedazos.

A fin de cuentas, lo importante es sobrevivir.

¿No?

 

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