Para consumir carroña hacen falta carroñeros que te la consigan. Porque a muy pocos nos gusta mancharnos las manos. Y así es cómo unos alimentan a otros con ella; cómo ambos, consumidores y camellos de carroña, fomentamos el negocio; cómo el dolor se convierte en espectáculo. Los informativos en un circo. Y el periodismo… en más carroña.
Hay dos tipos de personas: las que después de ser alertadas sobre el escabroso contenido de ciertas imágenes… las ven. Y las que no.
Yo soy del primer tipo. Podría justificarme diciendo que, al escribir historias violentas, me intereso sobre su verosimilitud. O que me documento. Que quiero saber hasta dónde es capaz de llegar el ser humano, la crueldad de su cerebro… y la resistencia de sus tejidos. O, simplemente, reconocer que siento curiosidad…
¿O es morbo?
La razón es lo de menos. Lo importante es el hecho: lo vemos.
Y si lo vemos es porque alguien lo ha grabado. En caso contrario… ¿lo grabaríamos nosotros mismos? Porque hay que ser muy profesional, frío como el acero, insensible como una piedra… o estar como una puta regadera para plantarse ante un cadáver y darle al REC sin que te tiemble el pulso… ni se te vaya el foco.
Charcos de sangre, sesos desparramados, cuerpos mutilados… Es el dolor lo que genera audiencia. Si ves a alguien feliz, cambias de canal. Y eso es lo increíble. Porque, en esta mierda de mundo, la felicidad sí que es noticia. Pero nadie quiere verla. Por puro proceso comparativo. Alguien feliz es alguien que está mejor que tú. Y eso te hace sentir como el culo. Un muerto te hace sentir a salvo. Porque tú, aunque jodido, por lo menos sigues respirando.
Nightcrawler trasciende el mero entretenimiento cinematográfico para convertirse en una reflexión sobre el magnetismo que la violencia ejerce a través de los medios de comunicación. Y en una lección de periodismo. Pero no solo para futuros profesionales, sino para quienes presumen de serlo, ejercen y se pasan cualquier código deontológico por el forro de los cojones.
Pero tú, aunque no tengas nada que ver con el gremio… también ve a verla.
Porque eres persona.
Como tus hijos. Amigos. Familiares. Alumnos. Compañeros de curro…
ESPECTADORES.
Porque si cada vez pides más… te darán más.
Entonces volverás a pedirlo.
Y te lo darán de nuevo.
Hasta que la cuerda, después de estirarse, estirarse y estirarse… se rompa.
Y veamos en las noticias de la tele cómo cortan la cabeza a alguien, o le prenden fuego, o le rematan en el suelo de un disparo…
Coño… pero si ya lo hemos visto.
Mecachis en la mar…
Será que ya se ha roto.