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Dispara al profesor

El eco del dolor de ayer no durará mucho. La tragedia del profesor asesinado en Barcelona durará lo justo para alimentar programas televisivos morbosos y reportajes innecesarios sobre la vida de los protagonistas de un suceso que nunca debió tener lugar.

Se caerá en el tópico y se plantearán debates -inanes y a destiempo- sobre cuestiones como la autoridad docente, la violencia en las aulas o la realidad de los adolescentes. Todos nos congratularemos del esfuerzo mediático para cubrir tan candente cuestión y, después, alumnos y docentes volveremos al olvido habitual. A esa invisibilidad que se nos da en esos mismos medios donde tanto les interesa nuestra versión más sanguinolenta.

El día a día educativo, sin embargo, queda en silencio. Las aulas no son tema de portada, al menos cuando son espacio de construcción personal y no escenarios de un crimen. La realidad de la tiza solo interesa cuando hay que guionizar thrillers, no para protagonizar documentales o tertulias en las que devolvamos a la enseñanza parte del valor y del prestigio que se le ha robado en este tiempo.

Porque ayer fueron muchos los responsables políticos que hablaron de los profesores. Los mismos responsables que nos han acusado de vagos e indolentes, tal y como hizo hace solo un par de años la Comunidad de Madrid ante las reivindicaciones de la Marea Verde. Los mismos responsables que nos han bajado el sueldo una y otra vez hasta convertir nuestro  oficio en una profesión salarialmente muy poco respetable. Los mismos responsables que nos han ninguneado también en esta reforma educativa y que prefieren imponer sus medidas a escuchar nuestras voces. Los mismos que han defenestrado la Filosofía, la Música y las Artes de nuestras aulas, porque ayer quedó claro que no es necesario trabajar el aspecto humano en las aulas, basta con adocenarles con planteamientos mecanicistas para que en vez de seres humanos construyamos autómatas. Individuos capaces de disparar una ballesta con la misma impunidad con la que se ha disparado contra nuestro oficio desde tantas y tan diversas tribunas en estos años. ¿Cómo se va a respetar al profesor cuando se le lleva tanto tiempo faltando al respeto con tanta saña e impunidad desde tan diversos frentes?

El olvido llegará pronto. Solo son sucesos. Hechos aislados. Situaciones esporádicas. Vidas rotas que ya nadie podrá recomponer. Un episodio que exige el luto momentáneo y las toneladas de morbo catódico correspondiente. Pero ese dolor no es más que la cara -hoy- visible de la situación de nuestras aulas. De sus alumnos y de los profesionales que se dejan la piel en ellas: a la deriva.

 
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1 Comentario  comments 

Una respuesta

  1. Mercedes

    Mi comentario es para Abel.
    Abel Martínez Oliva, compañero desconocido:
    Tantos cursos, como tú, sustituyendo, sin la tranquilidad de una plaza fija como la que tengo ahora; creyendo en lo que hacía.
    ¡Qué injusto que » El Mal» haya ido a por ti, escondido en el cuerpo de un niño de la edad de mi hijo! Tengo el corazón encogido.
    Allí donde estés, espero que hayas encontrado la Utopía en la que creemos y por la que luchamos día tras día muchos/as docentes.

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