Cuando se aprobó la ley del matrimonio igualitario, hubo quien pensó que la lucha -al menos en nuestras fronteras- había terminado. La ley nos daba la razón y, por fin, gays y lesbianas podíamos disfrutar de los mismos derechos que los demás. Menos mal que no todo el mundo bajó la guardia, porque nos quedaba asistir a un claro recrudecimiento de la homofobia -por no hablar de las realidades más allá de nuestro diminuto mapa nacional- y a la instalación de postulados retrógrados -gracias al PP- que nos recuerdan tiempos peores.
Por eso, ahora que la Filosofía amenaza con convertirse con una materia residual en nuestras aulas, ahora que regresa la religión y la catequesis y la imposición de todo cuanto Rouco -y su ejército de inquisidores asotanados- decidan, ahora que la Educación para la Ciudadanía ha sido barrida sin dejar rastro, ahora, sí, ahora es necesario sentarse ante obras como De hombre a hombre, un ejercicio de visibilidad y, más aún, de buen teatro, que puede paliar con su honestidad algunas de esas terribles carencias educativas que nos aguardan.
Un agudo texto de Mariano Moro Lorente -autor argentino al que habrá que seguir en el futuro- que no pretende ser naturalista, que apuesta por la poesía -a ratos-, por el humor -a menudo-, por la búsqueda filosófica del yo -casi siempre-, un texto que no teme poner palabras al miedo y que gira lo convencional hasta convertir al que ha de saber en quien ha de aprender y al aprendiz en auténtico maestro. Un montaje que tampoco tema la desnudez y que parte de esa esencialidad que, como autor y como espectador, tanto amo. Porque se basa en el amor al texto. En la magnífica interpretación de sus actores (bravo por Lisandro Vela y Carlos Munera, que saben atraparnos con su buen hacer desde que irrumpen en el escenario). Una obra en la que no se esconde nada tras una escenografía aparatosa, ni tras alambicados juegos de luces, al revés, se nos incluye en el aula donde transcurre la acción y la luz de sala no nos abandona en todo el espectáculo, obligándonos a asistir a esa clase en la que aprendemos tanto de los personajes como del viaje que, si nos dejamos llevar, haremos sobre nosotros mismos.
Claro que se habla de homofobia, y de discriminación, y de homosexualidad… Pero no solo. Porque la obra, que dirige con pasión y con inteligencia Rodrigo Chiclana, habla de algo mucho más universal. Del miedo a ser el yo que sabemos que somos. O que podemos ser. O que queremos ser. Y de cómo a veces rechazamos y apartamos de nuestro lado a quienes podrían ayudar a construirnos. De cómo tememos y preferimos la ocultación y el retroceso. De cuánto duele la visibilidad. De cómo nos aterroriza exhibir la verdad. De lo cómodo que resulta fingir e inventarnos otra vida que no es la nuestra. Y eso se puede leer desde muchas perspectivas que hacen que la obra no tenga solo validez como un grito contra la homofobia, sino como una invitación para que hagamos oír, sin miedo, nuestra voz.
De hombre a hombre se representa en Karpas Teatro (Santa Isabel, 19). Jueves, 20.30 h.
Anotada queda. Gracias por descubrirnos esta obra.
Un beso.
Olga.